La capital de Norte de Santander atraviesa una nueva oleada de violencia urbana que deja ver, una vez más, cómo el crimen organizado en esta ciudad no necesita libertad para operar. Desde los patios de alta seguridad en cárceles como La Picota de Bogotá y La Picaleña en Ibagué, se siguen librando guerras invisibles que vienen estallando en forma de homicidios selectivos y balaceras en los barrios populares de Cúcuta.
Uno de los enfrentamientos más crudos es el que sostienen alias Jota, a quien las autoridades tienen identificado como Juan Carlos Acevedo Hernández, cabecilla de Los Mexicanos, quien mantiene una lucha a muerte contra Ever Carreño Corredor, alias Porras, principal cabecilla de la Familia P. Aunque ambos están presos, su influencia en las calles no se ha debilitado. Al contrario, sus instrucciones, transmitidas a través de redes clandestinas, siguen provocando derramamiento de sangre.
Una cava macabra
El más reciente hecho tuvo lugar en inmediaciones de la cárcel modelo de Cúcuta, la noche del miércoles, 28 de mayo, este sería catalogado como el último mensaje sangriento en la guerra de bandas en Cúcuta.
Esa noche, trabajadores de la empresa de aseo municipal hicieron un hallazgo escalofriante: una cava con una cabeza humana, envuelta en una bolsa negra fue abandonada frente al portón de la cárcel modelo. Al llegar, la Policía de Cúcuta confirmó que el contenido de la caja era efectivamente parte de un cuerpo desmembrado de un hombre. De inmediato, la calle fue acordonada mientras la Brigada Interinstitucional de Homicidios (Brinho) iniciaba la inspección técnica.

Sobre la víctima decapitada, se desconoce su identidad y las autoridades tratan de establecer si corresponde a un hombre conocido con el alias de El Chino, presuntamente vinculado con Los Mexicanos. Pues en algunos mensajes difundidos por una red social, se asegura que fue asesinado por continuar delinquiendo bajo órdenes de esa estructura.
Más de alias Jota
Juan Carlos Acevedo Hernández es conocido en el mundo criminal como alias Jota, Soldado o Happy, ha tejido una carrera delictiva que se ha extendido por casi una década, llevándolo a escalar hasta convertirse en el líder de Los Mexicanos, con fuerte presencia en Cúcuta y municipios cercanos como El Zulia.
Actualmente recluido en la cárcel La Picaleña de Ibagué, no ha perdido su capacidad de mando desde prisión. Fue capturado en 2024 por homicidio pero sigue manteniendo el control de corredores estratégicos para el tráfico de droga y armas en la vía a San Faustino y sectores urbanos como Trigal del Norte y Torres de Molino. Su grupo, Los Mexicanos, opera con armamento de guerra, incluidos fusiles y granadas, y ha logrado incluso extender su presencia durante años en sectores como Colinas del Tunal, San Gerardo, El Cerrito, Santa Cecilia, Trigal del Norte, El Salado y hasta El Zulia, donde su estructura criminal se fortalecía a punta de violencia.

Uno de los casos más impactantes fue el hallazgo del cuerpo de Sindy Yurley Tirado Fonseca, asesinada a finales de marzo del 2024, en una zona boscosa de El Zulia, hecho que las autoridades atribuyen directamente a órdenes de alias Jota, como parte de una represalia dentro del conflicto por el dominio del microtráfico en ese corredor estratégico hacia la frontera.
“Alias Jota se dio a conocer inicialmente como el jefe de una estructura armada que operaba bajo el nombre de Autodefensas Unidas de Colombia y Venezuela (AUCV). Sus víctimas eran amenazadas, humilladas o ejecutadas a sangre fría, y muchas veces preferían callar por miedo a represalias”, dijo una fuente judicial a este medio.
Porras y su poder incontrolable
Mientras tanto, Ever Carreño Corredor, alias Porras, preso en La Picota de Bogotá, ha logrado reorganizar sus estructuras, desatando una guerra silenciosa contra alias Jota, quien antes era su aliado. Lo que antes fue una coalición, ahora se ha convertido en una batalla soterrada por el control de plazas, el cobro de extorsiones y la red de distribución de drogas.
Las autoridades intentan contener el conflicto con operativos y capturas, pero en barrios enteros de Cúcuta, la zozobra es cotidiana. Las disputas no solo enfrentan a estructuras armadas, también imponen miedo entre los habitantes, comerciantes y jóvenes que son usados como carne de cañón en esta guerra sin fronteras físicas.
Cada nuevo hecho violento parece ser un mensaje entre capos: el poder no se detiene, ni siquiera tras las rejas.

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