‘La casa de la felicidad’, así había bautizado él mismo, años atrás, la vivienda blanca y enrejada, de cuatro plantas, en el barrio Ciudad Córdoba de Cali; la misma que hoy se viste de luto con cintas moradas que cuelgan de sus ventanas, una corona, un altar con veladoras, instalación de luces y un afiche lleno de mensajes de sus amigos, alrededor de la foto en la que aparece el ‘Coloso’ de Buenaventura, pleno y sonriente, tras anotar el gol del júbilo inmortal, que le dio el empate a Colombia frente a Alemania, en el Mundial de 1990.
A la reconocida casa de la familia Saa, en una acera peatonal, siempre de puertas abiertas para tantos ídolos de la música, el deporte y la política del Pacífico, llegó Freddy al mediodía, junto a dos amigas, hace exactamente una semana, y se fue a las 11:30 de la noche, según cuentan sus anfitriones. Vestía camiseta blanca, unos ‘cortos’ (jean a la rodilla) y una gorra azul oscura, como se ve en la fotografía.
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El tollo sudado de Maritza Saa, su ‘manita’, como le decía, fue la razón de su visita. La hermana de Hárold, músico reconocido y amigo entrañable del exfutbolista, le había ofrecido sus ya populares almuerzos para que se pasara ese día por su casa. Él le confirmó que allí estaría y luego le envió un mensaje de WhatsApp en la madrugada del domingo, para decirle que le guardara, además del suyo, seis almuerzos.
Freddy y sus amigas permanecieron en el segundo piso de los Saa durante gran parte de la tarde, tras disfrutar de su tollo (un tiburón pequeño) con una buena porción de arroz. No hubo música hasta entonces, por el luto que pasaba la familia, tras la muerte de una sobrina, víctima de cáncer. A eso de las 5:00 de la tarde bajó al primer nivel, a la casa de Harold, quien descansaba luego de pasar la noche sin dormir, estudiando un audiolibro (sufre de glaucoma), y tras haber visto los partidos de Sassuolo-Atalanta, Manchester City-Liverpool y Levante-Barcelona, el menú futbolero ese domingo.
Hárold le pidió a su señora que le dijera a Freddy que el bafle estaba malo, para que no pusieran música. Pero minutos después tuvo que levantarse de su cama, accediendo al llamado de Ariel, otro amigo de la familia, quien le pidió que atendiera a su ídolo, que ya lo esperaba en la poltrona central de su sala, junto a sus dos amigas, frente al televisor de 60 pulgadas que el mismo Hárold puso hace un buen tiempo para recibir siempre a Rincón.
“Freddy estaba contentísimo ese día. Tenía un vaso en la mano y me dijo: ‘Paisano, tómese un traguito’, le contesté que no porque estaba de luto, pero insistió y mandó a que me trajeran una cerveza. Las muchachas con que andaba empezaron a montar los pies en los asientos y a mí no me gustó, y le dije a otro amigo que les pidiera que los bajaran y se molestaron. Entonces ellas empezaron a azarar para que se fueran, Freddy me preguntó que si quería salir con ellos y le dije que no. ‘¿Aquí estamos bien, cierto?’, dijo Freddy. ‘No nos vamos’. Sin embargo, las muchachas se fueron a cambiar y luego volvieron a la hora y decían ‘vámonos, vámonos’. Ahí llegó Édinson Bioscar Ruiz (exalcalde (e) de Buenaventura y exconcejal de Cali), a quien le pidieron que saliera con ellos, pero él explicó que vino a visitarme. Empezamos a poner baladas como Noelia. A Freddy no le gustaban, él quería siempre su salsa. Se despidió y yo le di un abrazo y le dije ‘cuídate, hombre, esas hembras casi no me cayeron bien’”, relata Hárold.
Édinson Bioscar Ruiz cuenta, a su turno, que “ese fue un domingo normal, siempre veníamos y nos encontrábamos en ‘La casa de la felicidad’. Yo venía a saludar a Hárold, sabía que normalmente estaba Freddy. Empezamos a hablar de fútbol, de música y de política. Incluso, recuerdo que recochamos y le dije: ‘Tú cantas mejor que ‘Chachachá’, Martínez, deberías grabar un disco. Hárold te enseña a cantar, yo te enseño de política y vos nos enseñás a jugar fútbol’. Y él me respondió que no, que ya estábamos muy viejos para aprender a jugar y Hárold le dijo que se acordara que él jugaba más fútbol que Freddy y nos reímos”. El político, habitual en estas tertulias, cuenta que Freddy lo invitó a irse con ellos, pero él prefirió quedarse en la casa de Saa, hasta la 1:30 a.m.
De la salida de Rincón afirma que “en ese momento salió también Vladimir Mosquera, pero él no se fue con ellos, había como cuatro personas más, pero no sé si fueron con él”.
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No sabe si él iba acompañado o con algún familiar que condujera...
En ese momento no, porque nos quedamos hasta tarde, nadie salió a acompañarlos al vehículo porque aquí todos somos conocidos, la gente nos cuida. Rara vez sale alguien a acompañar. Tengo entendido que con Freddy salió mucha gente, pero nadie puede decir quién se subió al carro con él y en eso no puedo ser impreciso.
¿Cómo amigo, qué detalles ha podido conocer del accidente?
Me llamó Hárold como a las 5:00 a.m., pero no contesté el teléfono. A las 9:30 a.m. estaba visitando a un familiar en la clínica Rey David y me llamó un tío a preguntarme que yo, que soy tan amigo de Freddy, le contara qué le pasó, porque ya todo había salido por los medios. Hasta ahora, lo que sabemos es lo que sabe todo el mundo. Detalles no tiene nadie, solo las cámaras.
¿Reconoce a la persona que se baja del vehículo y aparece en un video disgustada por que la graban?
Esas cosas uno no las detalla. Obviamente hay una investigación que se tendrá que hacer y le entregarán a la Fiscalía la información para que con base en eso tomen decisiones.
¿Por qué hay tanto misterio en torno al conductor del vehículo?
Misterio no hay, lo que no hay es información. Pero llegará el momento en que las autoridades lo aclaren.
¿Lo han llamado a que cuente qué sabe de lo ocurrido esa noche?
Solo la prensa. Usted es la primera persona a la que le salgo. Alrededor de todo esto se teje mucho morbo. Había un ídolo del balompié... yo salgo porque más allá de lo que significó en el deporte, él era un ser humano excepcional.
“Siquiera llegaste, aquí están hablando de la muerte”
Sin saberlo, paradójicamente la muerte estuvo en la conversación de ese domingo en ‘La casa de la felicidad’. Poco después del almuerzo, aún en el hogar de Maritza Saa, llegó Édinson Vivanco, director de la Orquesta La Fuga, quien recuerda una anécdota que lo marcará para siempre:
“No sé si infortunada o afortunadamente, pero por lo menos me queda la satisfacción de haberme despedido de Freddy. Cuando llegué había cinco mujeres hablando; él estaba almorzando y cuando me vio me dijo: ‘paisano, de buenas que llegó a salvarme porque estas mujeres están hablando aquí de muerte y de enfermedades. Me tienen con un oído pa’ dentro y otro pa’ fuera’. Nos reímos y compartimos un rato. Freddy estaba comiendo y tomando una botellita de wisky. Me brindó y le dije ‘vos sabés que no me gusta el wisky, porque me nubla la vista. Mi compañero, Ricky, sí tomó. Luego trajeron una botella de curao (bebida del Pacífico) para llevar. Me levanté a los 45 minutos, como a las 4:00 de la tarde, porque íbamos a Rozo. Y al despedirme pensé en tomarme una foto con Freddy, pero no lo hice y ahora me arrepiento”.
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La casual invocación de la muerte volvería a ser tema en la noche. Luego de cantarle el cumpleaños a la ahijada de Hárold, en cuyo video se observa a Freddy, quizás el último en vida, los paisanos empezaron a hacer eso que tanto los unía: escuchar música; había dos en particular que no podían faltar: ‘Ámame’, de Tito Rojas, con la Puerto Rican Power, la favorita de Rincón, y ‘Toma mis manos’, de Willie Colón, una canción que le apasiona a Hárold Saa y que sentado en su casa, en el mismo lugar en que compartió por última vez con su amigo, tarareó:
... Pero toma mis manos
y abrázame fuerte
Cierra los ojos,
yo soy la muerte
yo soy la muerte...
¿No podía faltar no?, le dijo Freddy a su paisano, recordando que este tema siempre salía en sus reuniones.
Al evocar ese momento, Hárold suelta en llanto. Y recuerda que así como Freddy murió un día 13, de abril, Junior Jein, otro ídolo del Pacífico, habitual invitado a este hogar, se fue también un 13, de junio.
Maritza Saa, quien está llena de anécdotas de su ‘manito’, está convencida de que ese día “Freddy se vino a despedir de nosotros, porque esta era su casa. Nos dimos un abrazo, no olvido el beso en la mejilla a mi hermana. Ahora analizo todo lo que hablamos y él se vino a despedir. La relación de Freddy con nosotros fue tan bonita. A mi hermano le dijo que lo quería bastante”. Sin duda, la de los Saa, era el hogar de Freddy y ese último domingo antes de la tragedia lo vivió pleno, en ‘La casa de la felicidad’.
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