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Editorial
La verdad y la guerra
No se escapa el Catatumbo con su volátil y tensionante  situación de orden público desde el 16 de enero de 2025, fecha desde la que  se desataron los violentos enfrentamientos entre el frente 33 de la disidencia de las Farc y la guerrilla del Eln.
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La opinión
La Opinión
Jueves, 22 de Mayo de 2025

Una de  las consideraciones que siempre se ha expuesto es que la primera víctima en toda guerra es la verdad, porque quienes se enfrentan en armas la mayoría de las veces utilizan estratagemas  para mentir, acusar al bando contrario o tratar de enlodar, incluso, a las víctimas que terminan siendo revictimizadas.

De esa máxima no se escapa el Catatumbo con su volátil y tensionante  situación de orden público  desde el 16 de enero de 2025, fecha desde la que  se desataron los violentos enfrentamientos entre el frente 33 de la disidencia de las Farc y la guerrilla del Eln.

Las atrocidades perpetradas cubren de lógica ese comportamiento de ocultar y tergiversar los verdaderos acontecimientos ocurridos antes, durante y después del fragor de las acciones bélicas.

Lo que pasa es que así como dichas organizaciones tienen su nutrido y variado arsenal para los combates, lo mismo hacen con su ‘artillería de mensajes’ por medio de comunicados o videos que difunden desde  las cuentas que tienen en las diferentes redes sociales.

La sucesión de hechos puntuales que han ocurrido en esta dramática etapa por la que cruza el Catatumbo como las masacres, el histórico desplazamiento, el confinamiento, el asesinato de firmantes de paz, de líderes sociales y de civiles indefensos, las desapariciones, el reclutamiento forzado de menores de edad al igual que los ataques con drones que portan potentes cargas explosivas, requieren que  ni queden cubiertos por el polvo de la impunidad ni tampoco desdibujados por los atentados contra la verdad.

La anterior enumeración de hechos contra la vida, la libertad y los derechos humanos de por sí significan que debe haber una pronta justicia, la aplicación de condenas y la captura de los responsables de estos hechos que confirman la degradación del conflicto, la hostilidad extrema contra la población inerme  y el uso de armas no convencionales que agudizan la guerra en la subregión.

Ahí tenemos claramente la razón por la cual los grupos armados organizados que se disputan el territorio catatumbero hacen acusaciones de lado y lado, porque si llegaran a admitir la autoría de esos sucesos tendrán procesos por los cuales responder ante los estrados judiciales.

Hay  mucho por hacer para proteger la verdad de los ataques de la mentira durante este pasaje bélico en el Catatumbo, por dos cosas esenciales: una, para cerrarle los caminos y las puertas a la impunidad y dos, porque lo sucedido no puede quedar a manera de otro hecho más que caiga en el olvido en cualquier rincón del voluminoso libro del conflicto colombiano.

Absolutamente todo lo ocurrido a partir del 15 de enero -con la masacre de la familia del funerario hasta los casos de los drones de la muerte y del vehículo con blindaje artesanal de la disidencia- hay que etiquetarlo con sus respectivos perpetradores, los delitos cometidos, los efectos sobre los pobladores y los daños ocasionados.

No puede permitirse que  la verdad pierda esta guerra porque las víctimas, la región y el país tienen que saber todos los detalles de estos dramáticos acontecimientos criminales y otros con características de terrorismo, que hoy atormentan al Catatumbo.


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