

Cuando el silencio se expresa hay que prestarle atención y atender sus inquietudes y pedidos para que, como en nuestro caso, desactivemos la violencia, le quitemos el odio a la palabra y saquemos a la política de la confrontación verbal polarizante y estigmatizadora.
En Cúcuta, Bogotá, Bucaramanga, Barranquilla, Cali y Medellín se oyeron esos gritos salidos de lo más profundo del corazón, acompañados de una gran carga emocional que necesitan de una respuesta sólida.
Desde las plazas y calles el reclamo fue por la unidad nacional en asuntos relacionados con el respeto a las diferencias ideológicas, el rechazo al discurso de odio y a reclamar garantías para que los precandidatos de distintos matices políticos puedan estar en la vereda o en el barrio sin temor a ser callados violentamente.
El ‘fuerza Miguel’, que se oyó en las calles en relación con el pedido por la recuperación del senador Miguel Uribe Turbay, quien hace más de una semana fue víctima de un atentado, se enmarca dentro del llamado a la reconciliación.
No puede Colombia dejarse arrastrar hacia oscuros tiempos en que las diferencias de pensamiento partidista y de proyecto de país terminaban saldándose con amenazas, asesinatos o destierros.
El primero que debe actuar en consecuencia y que vio muy cerca de la Casa de Nariño una multitud de blanco colmando la Plaza de Bolívar, debe de ser el presidente Gustavo Petro, para que definitivamente desactive sus calificativos peyorativos contra los opositores y actúe como un estadista, entendiendo que los disensos son parte fundamental de la democracia.
Debe buscarse, como ya se ha venido planteando, un consenso entre las diferentes fuerzas políticas para moderar la palabra y reducir la violencia y la agresividad verbal durante la campaña electoral por parte de los aspirantes.
La oportunidad está dada para lograr la disminución de las tensiones, teniendo presente que la jornada del silencio se hizo precisamente por el hastío que sienten los colombianos con estos tiempos de agitada polarización política.
Lograr eso es de la mayor urgencia porque el derecho a la vida está en juego, puesto que el lenguaje incendiario, delirante y descalificador termina convirtiéndose en determinador de la violencia física contra figuras públicas y organizaciones de diversa índole.
El del domingo 15 de junio de 2025 se trató del clamor de una ciudadanía que no musitó palabras, sino que habilitó las fuerzas del pensamiento y del corazón para decirle no a los violentos, sí a la tolerancia y no a la radicalización que atiza el ambiente de confrontación en el territorio nacional.
Se gritó por el Catatumbo que cumple cinco meses de guerra entre el Eln y la disidencia de las Farc. Se gritó por el Cauca, por el Valle, el Chocó, Arauca, Cúcuta, la misma Bogotá y otras regiones laceradas por la inseguridad y el conflicto armado.
Acatemos esos sonidos del silencio para ver si logramos callar los fusiles y contener el secuestro. El silencio ha hablado en defensa de la democracia, la institucionalidad y el diálogo respetuoso, todos tan importantes para la patria colombiana.
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