

Cuando se haga el ejercicio en torno al número de homicidios en Norte de Santander al terminar el presente año, las cifras provocarán espanto y harán que redimensionemos la tragedia violenta y humanitaria del Catatumbo, aparte de los hechos de inseguridad que afectan a otras ciudades como Cúcuta, por ejemplo.
La magnitud de los acontecimientos podrá medirse por el crecimiento exponencial en el número de muertes violentas ocurridas en algunos municipios de aquella subregión nortesantandereana afectada por la guerra entre el Eln y la disidencia de las Farc, la cual no se ha detenido después de cinco meses.
Está el caso concreto de Tibú. Al echarle una mirada al informe de Medicina Legal se encuentra que durante todo el año pasado en ese municipio perdieron la vida, en hechos violentos, 27 personas, dato que en solo cinco meses de 2025 ya se encuentra en 75 homicidios relacionados directamente con los enfrentamientos entre dichos grupos armados.
De lejos, la localidad tibuyana se encuentra en los primeros lugares de hechos violentos, puesto que se advierte, por un lado, que hay una multiplicación de los asesinatos y que debido al subregistro el número conocido oficialmente hasta el momento puede estar desfasado.
Se trata de una inhumana operación en la cual valen más la coca sembrada y la cocaína producida que la vida de hombres, mujeres y niños, para ratificar la degradación del conflicto armado, la reconfiguración de las fuerzas enfrentadas que han escalado a tal punto las hostilidades que el Catatumbo se volvió territorio de letales drones armados con explosivos.
La misma y triste situación ocurre en Teorama. Este territorio catatumbero tuvo 4 muertes violentas según ese informe de Medicina Legal, en 2024. Hoy, como la guerra lo ha lacerado dejando por lo menos 22 asesinados como consecuencia de este solo pasaje.
Y si profundizamos en El Tarra los datos nos hacen entrar en reflexión de que lo sucedido no es ni de lejos un caso para dejarlo pasar por alto. Allí el año pasado según la misma fuente fueron reportados dos homicidios, mientras hoy saltó a 16, faltando todavía seis meses para culminar 2025.
Si a la anterior medición se le agrega el número de habitantes de cada una de las municipalidades mencionadas las sorpresas serán peores y, además, Norte de Santander podría saltar dentro del listado de las regiones con mayores niveles de violencia ocasionados, precisamente, por dos grupos armados que desde mediados de enero están enfrascados en una cruenta guerra, donde la población civil ha llevado la peor parte.
El baño de sangre debe cesar. Ya es justo que se detengan décadas de muerte, destrucción y violación a los derechos humanos y al Derecho Internacional Humanitario.
La ONU y la comunidad internacional deberían elevar sus advertencias a los violentos que hoy se mueven como amos y señores del Catatumbo, diciéndoles que lo ocasionado traerá fuertes consecuencias penales, políticas y de repudio a sus actuaciones que llevaron exacerbar el fragor de los fusiles y las bombas por sus intereses en las economías ilegales y de intentar apoderarse del control de esa rica región nortesantandereana.
Gracias por valorar La Opinión Digital. Suscríbete y disfruta de todos los contenidos y beneficios en https://bit.ly/SuscripcionesLaOpinion .