
Nicolás Maduro y Gustavo Petro son, sin duda, dos presidentes hermanos. Se parecen mucho. O se parecen en todo. Pero en esto de andar desafiando a los Estados Unidos se hermanan completamente. Y no les importa el ridículo. El ridículo que hacía Chávez y ahora lo repite Maduro de pregonar con tanta suficiencia este reto a los norteamericanos: “¡Vengan que aquí los esperamos! ¡Los haremos morder el polvo de este suelo sagrado!” Y los miles de soldados resueltos a dar la vida por la patria aplaudían frenéticamente, lanzaban puños al aire y blandían machetes y fusiles de madera.
Sí, porque reclutaban como soldados a miles de ancianos a los que habían “entrenado” durante meses para la lucha contra el invasor capitalista. El mundo se reía. ¡Pobres viejos encorvados, simulando escaramuzas! El tío Sam ni siquiera se ha enterado de esto. Ellos son muy serios en materia de guerras y no están para prestarles atención a payazos.
Por su parte, nuestro mandatario hace igual: provocar al mono ojiazul. Y míster president no le para bolas. Ni Marcos Rubio, ni el vicepresidente Vance, nadie en los EE. UU. – como dice la inteligencia artificial -.
Ahora le dio por no extraditar delincuentes procesados y pedidos por el gobierno americano que estaban a la espera de su viaje. Siendo una violación al tratado vigente entre los dos países, se asoma un rompimiento de las relaciones. Paso previo fue el llamado a Washington de su embajador. Petro, por supuesto mal asesorado y sin nociones de derecho internacional, respondió llamando también a consulta al suyo. Se queda uno sin palabras. Sin comentarios. Porque uno no sabe si reir o llorar.
Desde afuera la opinión pública avizora que a Venezuela le está llegando la hora. O, mejor, a Maduro y su cuadrilla de malhechores. Ahora es conocido que el uranio para fabricar las bombas atómicas que proyectaba Irán, salía de Venezuela. De modo que ya el régimen corrompido es objetivo político y militar de los Estados Unidos y de Israel.
Pero la cereza del pastel la puso en estos días el segundo de Maduro, Diosdado Cabello. En efecto, éste difundió sacando pecho en su programa “Con el mazo dando” que contaban ya con un arsenal de drones de combate, misiles y armas secretas de tecnología iraní, “que ustedes ni se imaginan”, fueron sus palabras.
No lo expresó, pero suponemos que esas armas, o son para el eterno sueño de atacar a Colombia, o, peor aún, para luchar contra Estados Unidos e Israel.
¡Por Dios, Diosdado! Si los gringos y los israelíes saben en este momento en qué caverna está escondido el ayatolá Alí Jamenei, si está sentado o acostado o de pie y qué está haciendo, y lo pueden eliminar ya, ¡ay de ustedes si no huyen a Cuba, Nicaragua o Rusia!
¿No habrá alrededor de estos presidentes alguien sensato que les haga comprender que a tales potencias militares y políticas no se amenaza? ¿Quién paga los platos rotos en caso de un enfrentamiento nuestro siquiera diplomático con los Estados Unidos? Naturalmente, el pueblo, el famoso pueblo que tanto invoca Petro. Pero adviértase que Gustavo Bolívar, su gran aliado, no es pueblo, porque tiene mansión en Estados Unidos y su hijo acaba de recibir la nacionalidad norteamericana, sí, la del imperio al que dice odiar su padre, quien asistió a la ceremonia muy orondo y orgulloso. ¡Cómo se contradicen!
orlandoclavijotorrado@yahoo.es
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