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Júbilo por el regreso de la misa en latín
Antes, aclaremos que el papa Francisco fue un acérrimo enemigo de la misa tradicional, o misa tridentina, o misa en latín, y de toda ceremonia en esa lengua.
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Miércoles, 25 de Junio de 2025

Llegan excelentes noticias de los Estados Unidos sobre la misa en latín. 

Antes, aclaremos que el papa Francisco fue un acérrimo enemigo de la misa tradicional, o misa tridentina, o misa en latín, y de toda ceremonia en esa lengua. Yo hago broma diciendo que como fue incapaz de aprender latín, de ahí su fobia. Es sabido que todos los pontífices, hasta Benedicto XVI, hablaron el idioma de los lacios. Dudo que León XIV lo hable pues se eliminó virtualmente en los seminarios en 1960. 

Al respecto, Francisco solamente llegó hasta conceder licencia a los obispos para que autorizaran a su arbitrio en qué iglesias o capillas se puede celebrar según el vetus ordo missae (orden viejo de la misa). Y los obispos, que por lo general no lo conocieron, son reacios, y no faltan los perseguidores a sacerdotes y fieles tridentinos.   

Decía que hay buenas noticias desde EE.UU. En efecto, la acogida, principalmente de los jóvenes, a la misa en latín, es apoteósica; están encantados. (Se demuestra así que no es la misa de los ancianos). Las iglesias y capillas se colman. Incluso hay gente que viaja hasta dos horas en la madrugada para llegar a una misa de 6 de la mañana y tienen que conformarse con oírla en las afueras del templo. Ello, a pesar de hostigadores como el obispo de Charleston, Carolina del Norte, monseñor Michael Martin. 

En Cúcuta conocí dos presbíteros que estudiaron el latín y celebraron la misa antigua: los padres Alejandrino Botello y Onofre Peñaranda. Obviamente, tuvieron que adaptarse al novus ordo missae hasta su muerte. En Ocaña, representantes y sobrevivientes de esa solemnidad fueron los presbíteros Tulio Grimaldo, Manuel Castro y Leonel Pineda. 

La misa tradicional –llamémosla así– fue instituida en el Concilio de Trento (1545-1563) (por eso se denomina tridentina), a la que el papa san Pío V (1566-1572) mediante la bula “Quo primum tempore” de 1570 le dio todo su vigor. 

Fue la misa que rigió durante 400 años. La misa de nuestros padres, de nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos. La de muchos papas, la de miles de sacerdotes y de miles de santos. Su sacralidad para honrar a Jesucristo en su sacrificio por nosotros en el altar –no banquete ni mesa eucarística–, su dignidad con ornamentos finos y esplendorosos, su piedad y su verdadero culto a Dios y no al hombre, son incomparables. Nada como ella, lejos de la ordinariez, de la falta de respeto y solemnidad, de la bullaranga, la recocha y la guachafita de la nueva misa. Ésta, enfocada disque para atraer y agradar a los protestantes, y redactada por ellos mismos, fue decretada en 1970 por Pablo VI, extrañamente declarado santo. Los protestantes siguieron protestantes y muchos católicos, decepcionados, se fueron con ellos. 

A los atributos ya señalados agréguese el canto gregoriano que fructificó en   melodías celestiales como las misas de la inspiración de los más grandes compositores como Haydn, Beethoven, Palestrina, Bach, Mozart, Giuseppe Verdi y Claudio Monteverdi.

Alegan los detractores de la misa tridentina que el latín nadie lo entiende y que el sacerdote le da la espalda al pueblo. No. El sacerdote está ante Dios y le rinde adoración a Él, no al hombre, y es el mediador entre el pueblo y su Creador. Y en cuanto al latín, se ha comprobado que ahora que la misa es en lengua vernácula, la gente no va, en cambio a la misa en latín acuden multitudes, porque de ésta se sale con una paz y un regocijo indescriptibles. 

Quiera Dios que nuestros obispos oigan a sus fieles y nos regalen la belleza y la grandiosidad de la misa tridentina y el canto gregoriano. 

orlandoclavijotorrado@yahoo.es


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