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Croniquilla | Yiya
Es el mejor homenaje que se le puede rendir a un ser tan extraordinario como Yiya, mi siempre recordada hermanita.
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Viernes, 26 de Septiembre de 2025

En la provincia de Ocaña son comunes los hipocorísticos o formas cariñosas o familiares de llamar a una persona. De ahí que quienes no están familiarizados con la provincia no sabían que su propio nombre era Edilia, Edilia Clavijo Torrado de Rincón; todo el mundo la conocía como Yiya.

Era mi hermana mayor. Menuda, ágil, bella en su juventud y aún en la vejez.

Es difícil hablar o escribir serenamente sobre alguien entrañable como es una hermana, pero procuraré recordar sin atormentarme sus aristas más hermosas y gratas.

La primera de esas aristas que hallo es su optimismo. Pese a sus finales dolencias, los tratamientos y el trajinar por clínicas, no admitía que estaba grave, y esperaba con mucha fe su recuperación. Ello le permitió recibir la muerte sin sentirla, en un momento de sopor, en paz y en plenitud de sus sentidos. Lo que llamamos una muerte dulce.

A ello agreguemos su alegría. Oía música todo el día, y en reuniones familiares cantaba con una linda voz. Hay que verla en el video con motivo de su ochentavo cumpleaños bailando como una quinceañera.

Yiya era tan sencilla, modesta y sin torcida malicia. Era inocente como un ángel. Ante las adversidades, paciente, y las sufría en silencio.

Hablé arriba de su fe. Si había una católica devota era ella. Hasta pocos meses antes de agravarse asistió sin falta a la eucaristía en su iglesia cercana de Nuestra Señora de Torcoroma. Cuando ya no pudo hacerlo presencialmente, seguía la ceremonia por televisión y recibía la comunión por intermedio de una colaboradora de la parroquia. Asimismo, nunca dejó su devoción al rosario a la Virgen María. En sus últimos días acudía al celular para rezarlo.

Yo tenía en ella una amena interlocutora para hablar de todo: de las trivialidades de la cotidianidad y del entorno doméstico, de recuerdos familiares y de los sucesos nacionales o mundiales de los que yo le daba cuenta. Hasta qué radios sintonizaba cada uno, y las películas y programas de televisión, no nos guardábamos nada para comentar. Por ello su ausencia me ha dolido tanto pues no tener con quién dialogar de lo divino y lo humano es en realidad una orfandad, un ansia insatisfecha que desola. Pero es que, además, era mi consejera, digna de confianza por su acierto y su discreción. Nunca apasionada, siempre reflexiva y conciliadora.

No estábamos juntos físicamente, pero era como si lo estuviéramos; salvo en las esporádicas visitas en la ciudad de cada quien. Aunque cada uno hacía su vida, ella en Bucaramanga y yo en Cúcuta, las videollamadas nos acercaban. Hoy la recreo en mi imaginación en su casa moviéndose como una hormiguita trabajadora e inquieta. Todos los días la sueño despierto.

Nos vimos por última vez en abril del año pasado. Fue la oportunidad para dedicarle una semana completa en que departimos concurriendo a restaurantes y centros comerciales, ella con mucho ánimo a pesar de sus dolencias. Pero aún así no desmayó y nos aguantó el trote.

Este 5 de octubre se cumple el primer aniversario de su partida. Sus hermanos y demás parientes asistiremos a una misa por su alma en el bello y recién remodelado templo de Nuestra Señora de Guadalupe del barrio Zulima de Cúcuta.

Es el mejor homenaje que se le puede rendir a un ser tan extraordinario como Yiya, mi siempre recordada hermanita.


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