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Colombia
El periodismo de Rodrigo Pardo, una pasión heredada
Pardo estuvo al frente de diarios como El Tiempo, y revista Semana. También fue canciller durante el gobierno de Ernesto Samper.
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Colprensa
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Martes, 20 de Febrero de 2024

Rodrigo Pardo heredó de su abuelo Roberto García-Peña, quien fuera director del diario El Tiempo durante 42 años, su pasión por el periodismo. Desde muy joven no solo se sintió bastante cautivado por el ejercicio mismo de la escritura, sino por lo que implica informar y “enunciar la verdad”.

Nunca se sintió atraído por la idea de estudiar la carrera de periodismo, consideraba que era una prolongación del bachillerato, porque desde su punto de vista, los estudios que ofertaban las universidades de aquella época en Comunicación social no conseguían profundizar en nada. Así que decidió estudiar Economía en la Universidad de Los Andes.


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Mientras realizaba sus estudios, y con el ánimo de no alejarse de su vocación periodística, fundó junto a otros amigos, un periódico universitario de nombre “El Escalón”. Desde sus páginas abordaban temas de actualidad, todo aquello que pudiera ser de sumo interés para los estudiantes, entre los que se destacó un paro sindical de empleados.

Un par de años más tarde, y sin siquiera haberse graduado aún de la facultad de Economía, un amigo le habló de él a Felipe López, quien en ese momento estaba comenzando con la idea de la revista Semana. Y así fue como se estrenó en los medios de comunicación nacionales, redactando noticias económicas para uno de los medios de comunicación que, años más tarde, se convertiría en referente del buen periodismo colombiano. También trabajó para la Revista Cromos, fue director de El Espectador, y estuvo en revista Cambio.

 

Tiempo después se fue a estudiar Relaciones internacionales a Washington, al mismo tiempo que trabajó como corresponsal para un diario estadounidense cubriendo la guerra que azotaba a varios países en Centroamérica, mientras Ronald Reagan era presidente. Fue testigo de los conflictos El Salvador, y del final de la revolución en Nicaragua.

También estudió Ciencia política en la universidad Johns Hopkins, y fue allí donde se dio cuenta de que su carrera tomaría un nuevo rumbo, el del “new analysis”, o análisis de noticia en español, y sería en esas aguas en las que navegaría y naufragaría hasta retirarse del oficio. Cuando lo entrevistaban, no perdía la oportunidad para expresar su devoción por las letras, al mismo tiempo que compartía las muchas veces que se escapó a hacer radio, televisión y al mundo del internet, cuando apenas unos pocos estaban mirando hacía esa pantalla.

Rodrigo Pardo siempre se definió a sí mismo como un tipo tranquilo, reservado, del lado de la verdad y la justicia. Aunque en ocasiones le asaltara la duda sobre esa idea férrea suya de que periodismo y política no debían ir juntos. Se preguntaba si se trataba de un radicalismo suyo, o si por el contrarío era más un asunto de responsabilidad y ética. Siempre llegaba al mismo punto, no se pueden mezclar, y menos en un país como Colombia.

Pardo siempre será recordado como quien encabezó importantes investigaciones al rededor de escándalos como el de Agro Ingreso Seguro (AIS), el acuerdo secreto de las bases de Estados Unidos en Colombia, entre otras cosas; y como uno de los más grandes hinchas del club Millonarios.


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Su enfermedad

Lo primero que Rodrigo supo del tumor maligno que tenía en la cabeza, era que este eventualmente se iba a quedar con una de sus cosas más preciadas: los recuerdos, y después acabaría con su vida.

En entrevista para Bocas, en 2022, Pardo compartió de qué manera su enfermedad parecía ganarle la batalla cada cierto tiempo. Unas veces eran las convulsiones, y entonces tenían que cubrirlo de válvulas en la cabeza y el pecho, y en otras las biopsias, las resonancias, los desvanecimientos. Había mucho dolor de cabeza, náuseas, quimios y radioterapias. Y cientos de pastillas.

Dijo haberse muerto en dos ocasiones, pero sus médicos, “los mejores del planeta”, lo traían de vuelta a la vida. Llegó a correr catorce maratones, y en su mejor época, cincuenta kilómetros semanales, y hasta el final de sus días nadó como nunca.

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