De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 450 millones de personas están afectadas por un trastorno mental o de conducta, es decir, una de cada cuatro familias tiene, por lo menos, un miembro afectado por este tipo de padecimientos.
La OMS indica que la salud mental es un componente integral y esencial de la salud.
"La salud mental es un estado de bienestar en el que la persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad. En este sentido positivo, la salud mental es el fundamento del bienestar individual y del funcionamiento eficaz de la comunidad", explica.
La salud mental puede estar determinada por distintos factores como sociales, psicológicos y biológicos. Así como también, por las presiones socioeconómicas persistentes.
"La mala salud mental se asocia asimismo a los cambios sociales rápidos, a las condiciones de trabajo estresantes, a la discriminación de género, a la exclusión social, a los modos de vida poco saludables, a los riesgos de violencia y mala salud física y a las violaciones de los derechos humanos", detalla la OMS.
El doctor Nelson Rodríguez, gerente médico de la compañía farmacéutica Sanofi, explica que, a pesar del gran número de personas afectadas por un trastorno mental, en la sociedad persiste fuerte estigma, lo que genera muchas veces que no se aborde el tema dentro de los núcleos familiares o incluso en las escuelas.
Además, lleva a que los pacientes no acudan a un profesional para su diagnóstico y, por lo tanto, no reciban un tratamiento temprano.
“Como consecuencia del estigma, las personas experimentan un fuerte sentimiento de desaprobación e internalizan creencias negativas que los lleva a aislarse y, en ocasiones, incluso al suicidio. De hecho, se estima que las enfermedades de salud mental representan el 16% de padecimientos en personas entre 10 y 19 años, y que el suicidio es la tercera causa de muerte en la adolescencia”, detalló el profesional de la salud.
Por ello, enfatiza el especialista, es indispensable identificar a tiempo las señales de los desórdenes mentales y, en caso de que se prolonguen, tratarlos de forma oportuna.
Entre los signos de alarma más frecuente menciona los siguientes:
1. Presentar cambios bruscos o repentinos en los hábitos alimenticios, de sueño o de ánimo.
2. Sentir poca energía durante el día.
3. Alejarse de las actividades que anteriormente disfrutaba.
4. Tener una sensación de vacío existencial o emocional.
5. Sentirse poco motivado y con dificultad para realizar las actividades diarias.
6. Escuchar voces o interiorizar pensamientos recurrentes.
7. Pensar en lastimarse o herir a alguien.
Asimismo, el doctor Rodríguez explica que para un correcto abordaje de los trastornos mentales es importante contar con un equipo multidisciplinario que, además de brindar ayuda psicológica, indique el mejor tratamiento a seguir por parte del paciente.
Por otra parte, a fin de evitar estas enfermedades, se deben reforzar los programas de prevención y manejo de patologías como la depresión y la ansiedad.
“Acciones como incluir conversatorios en las escuelas para hablar de estas condiciones, permiten normalizarlas y crear un ambiente libre de prejuicios”, indicó el especialista.
Rodríguez señala que el equilibrio mental es la base para el bienestar y buen funcionamiento de las personas y las comunidades.
“Con un tratamiento adecuado es posible restaurar la salud mental y, con ello, no solo evitar las complicaciones que merman la calidad de vida de los pacientes, sino también darle la oportunidad de volver a su vida cotidiana, trabajar de manera productiva y contribuir a su entorno. En ese sentido es indispensable buscar ayuda médica de manera oportuna”, agregó el experto.
La Opinión conoció la historia de una joven de 22 años que, casi acaba con su propia vida, pues ella y su familia no lograban identificar que su salud mental se estaba deteriorando, pensaron que sus estados de ánimo entre la alegría y la tristeza "eran normales".
La joven a quien llamaremos Adriana, para proteger su identidad, aseguró que, siempre fue una chica alegre, extrovertida y muy familiar, sin embargo, considera que desde que ingresó a la universidad, a sus 18 años, su forma de ser empezó a cambiar.
"El primer semestre de la universidad fue fantástico. Tenía amigos, compartía con ellos, salíamos a comer o a dar algún paseo a un centro comercial, pero desde el segundo semestre todo cambió. Se empezaron a armar grupos, cada uno por su lado y yo quería estar con todos, pero no se podía", dijo Adriana.
Aunque esta es una situación muy frecuente entre amigos, para Adriana no lo fue, pues en casa le habían enseñado que a las amistades hay que conservarlas muy bien y ella, por intentar agradarle a todos, terminó quedándose sola.
"Me empecé a sentir sola y que me utilizaban cuando me necesitaban. Además, en mi casa se empezaron a presentar algunos problemas entre mis papás y mis hermanos y de repente, me sentía la mujer más frágil. Lloraba por todo, me enojaba, dejé de comer, quería estar en una burbuja, pero de repente al rato estaba bien y pensaba que era normal a mi edad, pero no", agregó Adriana.
La joven consideraba que su vida había cambiado en cuestión de meses sin saber por qué.
Desafortunadamente, entre algunos familiares le habían inculcado la creencia de que los psicólogos o psiquiatras eran solo "para personas locas y obvio yo no estaba loca, sino que me sentía triste y pensaba que solo era un estado de ánimo y ya. En la universidad ofrecían apoyo psicosocial, pero si yo no era capaz de contarle a mis papás, mucho menos a un extraño".
El segundo semestre de Adriana transcurrió entre más lágrimas que sonrisas, hasta que llegar al tercer ciclo en la universidad fue su verdadero dolor de cabeza.
"Ese semestre fue el peor. Aunque muchas personas me rodeaban, yo me sentía sola. Mi familia decía que tenía que ponerle más ganas a la vida, pero yo solo quería estar sin hacer nada. Entonces conocí a un muchacho de otra carrera y nos hicimos novios, pero empecé a fumar y esa fue mi perdición", señaló Adriana.
En cuestión de semanas, su adicción a la tristeza estaba superada, ahora no podía vivir sin drogas. "Mi vida era un caos. Fumaba, pero mi familia no sabía. Empecé a aparentar que todo estaba bien, pero no era así, hasta que mi novio, el que tanto quería, me dejó. Ahí llegó el pensamiento de quererme suicidar".
La máscara que le había estado presentando a su familia, de repente se cayó. Un día mientras desayunaba junto a sus padres y hermanos, cansada de todo y de pensar que el joven con el que ella había experimentado tantas cosas por primera vez ya no la quería más, corrió decididamente hacia la cocina y con con cuchillo intentó cortarse las venas.
"Lo que recuerdo es que cuando me levanté de la mesa todos se quedaron mirándome, se rieron, pero nadie corrió detrás mío. Agarré el cuchillo y me corté los brazos. Luego, medio escuchaba que gritaban y que mi papá me cargó hasta un carro, no supe más", explicó Adriana.
Permaneció una semana hospitalizada, pues las heridas fueron profundas y algunas de ellas trataron de infectarse, así que debía estar en observación para evitar que, la infección provocara realmente una tragedia.
"Cuando te pasa eso, inmediatamente te remiten con un psicólogo o psiquiatra y yo solo pensaba que no estaba loca. Le decía a mis papás que eso había sido un impulso y ya, pero poco a poco entendí que mi salud mental estaba mal, solo porque quise encajar en un ambiente, o sea la universidad, de la manera incorrecta", manifestó Adriana.
La joven fue diagnosticada con un trastorno depresivo mayor, enfermedad que nunca imaginó tener, pues ella se consideraba una chica "sana y normal".
Presentó los síntomas asociados a una enfermedad mental, pero ni ella ni su familia lograron identificarlos, ¿por qué? Por lo que mencionaba el doctor Rodríguez respecto al estigma social que existe frente a las enfermedades mentales.
Adriana ha estado en terapia por cerca de dos años y afirma que, la "salud mental es quizás mucho más importante que la física. Casi nadie habla de eso, pero es cierto, lo físico se puede arreglar comiendo, haciendo ejercicio, tomando mucha agua, pero lo mental, eso es más fuerte, porque si no aceptas que tienes un problema, tu vida puede acabar cualquier momento".
Aunque Adriana contó con una EPS que le brindó garantías para atender su caso, muchas personas siguen enfrentando en medio de la soledad y el estigma, su enfermedad.
En todo el mundo, la atención de la salud mental se sigue prestando mayoritariamente en hospitales psiquiátricos, y los abusos de los derechos humanos y las prácticas coercitivas siguen siendo demasiado habituales. Sin embargo, la prestación de una atención de salud mental basada en la comunidad que respete los derechos humanos y se centre en la recuperación está demostrando ser eficaz y rentable, según las nuevas orientaciones publicadas por la OMS.
"La atención de la salud mental recomendada en las nuevas orientaciones debe prestarse en la comunidad y no solo debe abarcar la atención de la salud mental, sino también el apoyo para la vida cotidiana, como facilitar el acceso al alojamiento y los vínculos con los servicios de educación y empleo".
En las nuevas "Orientaciones sobre los servicios de salud mental comunitarios: promoción de enfoques centrados en la persona y basados en los derechos" de la OMS se afirma además que la atención de la salud mental debe sustentarse en un enfoque basado en los derechos humanos, tal como se recomienda en el Plan de Acción Integral sobre Salud Mental 2020-2030 de la OMS, aprobado por la Asamblea Mundial de la Salud en mayo de 2021.
Servicios de salud mental rediseñados
"Estas nuevas y exhaustivas orientaciones son un argumento de peso para acelerar la transición desde los servicios de salud mental que recurren a la coerción y se centran casi exclusivamente en el uso de medicación para controlar los síntomas de las enfermedades mentales, hacia un enfoque más holístico que tenga en cuenta las circunstancias y los deseos específicos de la persona y ofrezca una variedad de enfoques para el tratamiento y el apoyo", afirmó la doctora Michelle Funk, del Departamento de Salud Mental y Consumo de Sustancias, quien dirigió la elaboración de las orientaciones.
Desde la adopción de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en 2006, un número creciente de países ha intentado reformar sus leyes, políticas y servicios relacionados con la atención de la salud mental. Sin embargo, hasta la fecha, son pocos los países que han establecido los marcos necesarios para cumplir los cambios de gran alcance que exigen las normas internacionales de derechos humanos.
Los informes de todo el mundo ponen de manifiesto que los graves abusos de los derechos humanos y las prácticas coercitivas siguen siendo demasiado habituales en países de todos los niveles de ingreso. Algunos ejemplos son el ingreso y el tratamiento forzosos, la contención manual, física y farmacológica. las condiciones de vida insalubres, y los abusos físicos y verbales.
Recursos destinados a hospitales psiquiátricos
Según las últimas estimaciones de la OMS, los gobiernos destinan menos del 2% de sus presupuestos sanitarios a la salud mental. Además, la mayor parte del gasto declarado en salud mental se destina a los hospitales psiquiátricos, excepto en los países de ingresos altos, donde la cifra ronda el 43%.
En las nuevas orientaciones, dirigidas principalmente a los responsables de la organización y gestión de la atención de la salud mental, se detalla lo que se necesita en ámbitos como la legislación, las políticas y la estrategia en materia de salud mental, la prestación de servicios, la financiación, el desarrollo del personal y la participación de la sociedad civil para que los servicios de salud mental se ajusten a la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad.
Incluye ejemplos de servicios de salud mental basados en la comunidad de países como el Brasil, la India, Kenya, Myanmar, Nueva Zelandia, Noruega y el Reino Unido que han demostrado tener buenas prácticas respecto de las medidas no coercitivas, la inclusión de la comunidad y el respeto de la capacidad jurídica de las personas (es decir, el derecho a tomar decisiones sobre su tratamiento y su vida).
Los servicios incluyen apoyo en caso de crisis, servicios de salud mental prestados en hospitales generales, servicios de aproximación, enfoques de vida asistida y apoyo prestado por grupos de pares. Se incluye información sobre la financiación y los resultados de las evaluaciones de los servicios presentados.
Las comparaciones de costos realizadas indican que los servicios comunitarios presentados producen buenos resultados, son los preferidos por los usuarios y pueden prestarse a un costo comparable al de los servicios de salud mental convencionales.
"La transformación de la prestación de servicios de salud mental debe, sin embargo, ir acompañada de cambios significativos en el sector social", dijo Gerard Quinn, Relator Especial de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. "Hasta que eso ocurra, continuará la discriminación que impide a las personas con trastornos de salud mental llevar una vida plena y productiva".
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