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Cúcuta
El misterioso crimen en el 301, recordado 59 años después
La cucuteña Myriam Guerrero apareció muerta en un apartamento de Bogotá, con un disparo en la sien
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Eduardo Bautista
Eduardo Bautista
Categoría nota
Domingo, 16 de Enero de 2022

 

La misteriosa muerte de Myriam Guerrero Villamizar estremeció a la sociedad cucuteña, pese a que ocurrió en la fría Bogotá de 1963, hasta donde llegó poniendo tierra de por medio a la tormentosa relación con el hombre con quien se casó. Hoy, casi 60 años después, el caso aún se recuerda por la trascendencia mediática que suscitó.

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 Ella una mujer joven, proveniente de una familia de la alta sociedad de Cúcuta, fue encontrada sin vida, desnuda, en la cama del apartamento 301 en el que vivía, en el barrio Antiguo Country. 

Un disparo de pistola en la cabeza acabó con la existencia de quien por su extraordinaria belleza, porte, elegancia, alegría y coquetería propia de sus 24 años, se había convertido en una dama conocida en círculos de la vida nocturna capitalina, granjeándose la amistad de muchas personas entre la estridencia de la música, abundante licor y alocadas fiestas que se alargaban hasta la puerta del 301 del edificio de la carrera 13 N” 85-98, sector de Chapinero.

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La llamada de un desconocido a una estación de la Policía de Chapinero, dando cuenta que “en el 301 hay una francesa muerta”, prendió todas las alarmas y provocó un escándalo de connotaciones nacionales y un manto de misterio arropó todo este entramado, que se mantiene en el tiempo porque nunca se pudo establecer con suficiente certeza si la muerte de la hermosa Myriam fue un asesinato o un suicidio, aunque el arma no fue encontrada.

Muerte de Myriam Guerrero
 

El deceso de la joven se habría producido entre el martes 23 de julio y el miércoles 24, aunque el cadáver fue encontrado el sábado 27, según reseñaron los principales diarios de la capital que siguieron el desarrollo de esta trama que cada día sumaba nuevos elementos. 

La “francesa muerta” como según dijo quien dio aviso a las autoridades, resultó ser la cucuteña, sobrina del parlamentario de Norte de Santander Jacinto Rómulo Villamizar Betancourt, casada con Jairo Mantilla Arenas cuya familia era distribuidora exclusiva de algunas marcas de electrodomésticos para los Santanderes. 

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Otros ingredientes encontrados por los investigadores y que sirvieron a los cronistas de la época para adobar sus trabajos periodísticos que alcanzaron gran revuelo, tenían que ver con que el apartamento que ocupaba Myriam pertenecía al acaudalado venezolano Hernán Velasco Quintero, llegado a Cúcuta tras la derrota del dictador Marcos Evangelista Pérez en Venezuela, estableciendo en la ciudad fronteriza sus prósperos negocios.

El apartamento, ocupado por la bellísima Myriam, era compartido con el coronel Fernando Ochoa Uribe, quien tenía copias de las llaves por la gran amistad que lo unía a Hernán Velasco Quintero, sitio que el oficial usaba con alguna frecuencia, siempre acompañado de diferentes mujeres.  

Myriam a su vez llevaba en ocasiones al apartamento, generalmente después de noches de copas y rumba, a un hombre alto, identificado como Omar Laverde, uno de sus más íntimos y constantes amigos, el que según testigos entró en compañía de la mujer la madrugada del lunes 22 de julio de 1963, el último día que fue vista con vida la cucuteña.

Las versiones de cómo fue encontrada Myriam con un disparo en la sien son difusas, según la reseña de los medios de la época, una de ellas la llamada del hombre que se identificó como un ladrón: “Oiga, soy un apartamentero. En el 301 hay una francesa muerta. Nosotros nos robamos el revólver”, aseguró quien supuestamente ingresó a la residencia para robar, pero se encontró a la cucuteña sin vida.

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Esa persona fue capturada posteriormente e identificada como Manuel Araque, quien interrogado ante un juez, negó haber entrado, hurtado el arma y salido por un ventanal que daba a un pasillo del edificio.

La otra versión es que el portero, extrañando que a la mujer de 301 no se le había visto en días y al notar la puerta de entrada entreabierta abrió para encontrarse con la horripilante escena, además de un desorden descomunal, con botellas de licor y ropas tiradas por doquier.

Una tercera versión fue que el excoronel llegó hasta el apartamento e intentó abrir con las llaves que tenía en su poder, pero la puerta estaba trancada con una cadena, por lo que después de intentar en repetidas ocasiones ingresar al inmueble, dio aviso a la Policía, cuyos agentes asignados al caso ingresaron el sábado 27 de julio, percibiendo de inmediato el olor nauseabundo que salía de la alcoba. 


 

Muerte de Myriam Guerrero

 

Una ardua investigación 


La investigación de este caso fue intensa dado que el congresista Villamizar exigió que se encontrara y condenara al o los responsables, por eso todos aquellos que de una u otra manera tuvieron que ver con Myriam fueron vinculados al proceso, desde el exesposo Jairo Mantilla, el rico empresario del arroz y del azúcar Hernán Velasco, el coronel Ochoa, María Acosta y Jaime Robayo  propietarios de un bar del centro de Bogotá y amigos de rumba de Myriam, y por supuesto el amigo íntimo Omar Laverde, quienes fueron requeridos en los estrados judiciales para que rindieran su versión.  

Sobre estas personas fijaron los ojos los sabuesos del entonces Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) y el F2, encargados de esclarecer el hecho, pero la madeja con el paso de los días se iba enredando y no se encontraban pruebas concluyentes, ya que cada uno fue demostrando que nada tenían que ver con lo que a todas luces parecía un crimen: ¿seguramente pasional?

En la crónica de La Opinión, el martes 23 de febrero de 1999, escrita por el periodista Beto Rodríguez, se lee que “una lluvia informativa acusaba y condenaba al señor Velasco por tan horrendo delito, y de repente, se supo que había estado preso, señalado de homicidio en la persona de su gran amigo Sandalio Ballesté, en Caracas. Los diarios capitalinos consideraban a Hernán Velasco como un hombre peligroso amigo de la dictadura de Pérez Jiménez y que había huido a nuestro país con un cargamento de dólares en los zapatos”.

Sin embargo, cuando debió comparecer en Bogotá, Velasco explicó que había prestado el apartamento a Myriam para que lo ocupara el tiempo que él permanecía en Cúcuta, por sus negocios.

Explicó igualmente con relación al homicidio el cual se le achacaba en Caracas, que eso sucedió a la edad de 17 años, para la época más de 30 años, producto de un accidente al manipular un arma de fuego.
  
Jairo Mantilla demostró que no había ido a Bogotá para la fecha de la muerte de su exesposa, el coronel que hacía meses no establecía contacto con la difunta, así como la misma versión de Martha Robayo y Jaime Acosta, señalados de ser jefes de una cadena de prostitución en la capital del país.

Sin embargo, estas personas quedaron en libertad con vigilancia mientras el proceso continuaba, dando paso a la declaración que una enigmática mujer quiso entregar, conocida desde ese momento tan solo como la ‘Dama X’, pues su identidad se mantuvo protegida.

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Testigo protegida 

 

La misteriosa Dama X resultó ser una matrona de la alta sociedad de Santa Fe de Bogotá, identificada en el expediente como Josefina viuda de Álvarez, quien sería muy allegada a Myriam Guerrero.

Sus declaraciones dieron un giro inesperado a la historia, al relatar que Myriam tenía actitudes suicidas, que en varias ocasiones y ante diferentes personas había anunciado la intención de quitarse la vida, y que en su cartera llevaba un revólver, por lo que el caso fue cerrado  como un suicidio y no un crimen pasional que fue lo que siempre se creyó, donde el principal sospechoso era Omar Laverde, técnico de televisión, pero dedicado a la venta de Seguros, por ser el último compañero sentimental de la infortunada cucuteña.

 

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