Desde la distancia se escucha el ruido producido por las ruedas, las balineras, el grito del copiloto que pide pista para seguir raudo a la meta y la algarabía del público que hace que sea un espectáculo único en la región.
Esta es la síntesis o percepción que dejan los tradicionales carritos de madera de Pamplona que forman parte de los atractivos de las ferias y fiestas de la “ciudad mitrada”.
Es una afición que tiene más de 60 años y que a pesar de los cambios generacionales, las trabas que les colocan para facilitarles las vías nacionales y los últimos acontecimientos generados por la pandemia, el espectáculo se mantiene.
Este año se tenían previstas tres válidas, pero por cuestiones climáticas solo se puedo correr la programada el domingo pasado que salió de la recta de la Lejía y arribó a la Plazuela Almeyda.
Es un espectáculo que hace un par de años se anunciaba en la programación oficial de la alcaldía y hacía parte de los actos de celebración del Grito de Independencia.
Las calles se engalanaban y las familias salían a lo largo de los recorridos para aplaudir el paso de los veloces carritos, guiados por el piloto y el copiloto.
Historia
Uno de los aficionados y que por varios años estuvo guiando su propio bólido, es Carlos Armando Mora Peña, el popular “Maciste”, quien aseguró que la historia de los carritos de madera en Pamplona se remota a la década de 1950.
Tiene conocimiento de que los primeros empezaron a rodar con motivo de la fiesta de San José, organizada por el Colegio Provincial.
Eran carros elaborados con tablas, balineras, llantas de madera recubiertas con caucho, los frenos de tacos de goma y madera.
Así poco a poco fueron evolucionado. Pasaron por las balineras, después un poco más amplios como las carretas que utilizan los “coteros” de la plaza de mercado y en la actualidad se asemejan a los de fórmula uno.
En tarea inicial, de acuerdo con las narraciones, participaron miembros del Batallón García Rovira que tenían sus propios carros para participar en las festividades.
Después, afirmó que se fueron sumando más personas que construyeron los carros a su antojo y los “engallaron”.
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Él, a la edad de 20 años, en 1970 se arriesgó a participar en las carreras y desde ese tiempo no ha dejado la afición.
A pesar de haber sufrido hace dos años un accidente que lo mantiene alejado de la velocidad, está pensando en volverla a retomar en la próxima competencia.
“Tengo 70 años. Por ahí tengo un carrito que he pensado armarlo para ver si me animo a montarlo”, dijo.
En los buenos tiempos, aseguró que salían hasta 20 carritos en las carreras de Pamplona, lo que hizo que en una oportunidad llegaran delegaciones de Venezuela a participar en las competencias.
También recuerda que una vez fueron invitados a las fiestas de Manizales, en donde ganaron los tres primeros puestos.
Para “Maciste” la etapa dura es desde el Alto de Pamplona, vía a Bucaramanga, hasta arribar al parque Águeda Gallardo, en donde gastan un promedio de 11 a 13 minutos, los más veloces.