“Yo hago esto porque me da tranquilidad y felicidad, mucho más que otro trabajo, que incluso me pueda dar más dinero”, son las palabras de Willian Hernández, un veterano del fútbol que decidió dedicar el resto de su vida a servir a los demás.
Hernández tiene 50 años, mide aproximadamente 1,75 metros de estatura y tiene un característico corte de cabello similar al que portaban los ídolos del fútbol como Leonel Álvarez y René Higuita, en la década del 90.
Nació y se crió en el barrio Alfonso López, de la Comuna 10 de Cúcuta, en donde sus primeros años de vida estuvo siempre al lado un balón, siendo su fiel confidente y estaría detrás de él por mucho tiempo.
Sus primeros pasos en el balompié fueron cuando rozaba los 17 años, en 1988, y lo eligieron para representar a Norte de Santander en los Juegos Nacionales, que se llevaron a cabo en el Eje Cafetero.
“Yo sabía que el fútbol se me daba, fui a jugar con la Norte y no tenía idea de qué había un reclutador allá, fue cuando llegué al camerino que me dieron la sorpresa”, comentó el hombre.
Cuando fue a cambiarse, una vez terminado el partido, lo estaba esperando un representante de Millonarios Fútbol Club, quien le dijo que tenía talento y que lo quería en Bogotá.
Willian Hernández aún se emociona recordando ese momento, contando además que alistó sus maletas y dejó su pequeña casa en Alfonso López para ir a cumplir sus sueños.
El cucuteño pasó por Millonarios, América de Cali, el Cúcuta Deportivo y otros equipos de Venezuela, en los que tuvo más logros.
“Estuve en Estudiantes de Mérida, con ellos alcancé a jugar dos Copas Libertadores, también en preselección Colombia, era el único cucuteño y creo que ese fue uno de los factores que influyó para que yo no quedara en el equipo”, señaló.
No más fútbol
Para 2003, luego de 15 años de carrera, decidió que era hora de ‘colgar los guayos’ y buscar otras opciones de sustento.
“Cada vez llegaban personas más jóvenes, más veloces, con más ganas y nosotros nos íbamos quedando atrás, ya era hora”, precisó.
En ese momento, y después del nacimiento de sus hijos gemelos, Hernández decidió no saber del fútbol por un tiempo.
Su carrera se detuvo por un momento y luego fue retomada, pero esta vez desde el banquillo, donde comenzó a dirigir equipos juveniles.
El respeto por encima de todo
Los años fueron pasando y Hernández se dedicó a dirigir en escuelas de fútbol y similares, pero hace cuatro meses asumió uno de los retos más grandes de su vida.
Por designación del Instituto Municipal de Deportes y Recreación (IMRD), tuvo que ir a dirigir los espacios deportivos del Centro de Rehabilitación Integral de Habitante de Calle.
En este lugar, los habitantes de calle adelantan su programa de rehabilitación de las drogas con distintos programas.
“Desde que llegué tuve una conexión con los muchachos, a muchos los conocía hace tiempo, y cuando me vieron me abrazaron y me contaron su historia, eso fue mucho más gratificante para mí”, dijo el hombre.
Su lema de vida es que ellos deben formarse en medio de un ambiente de respeto, que sientan que este es un apoyo para ellos y que pueden lograr salir adelante, a pesar de las adversidades.
El partido
Después de cuatro meses de trabajo en el centro de rehabilitación, Willian decidió darles un premio a los que cada entrenamiento se mostraban entusiasmados por jugar este deporte.
“Decidí que iba a organizar un partido con un equipo de veteranos, con el que yo siempre me reúno, los de mejor conducta eran los que iban a estar jugando”, precisó.
Luego de varias gestiones, logró concretar el partido que se jugó el pasado viernes,en la cancha de Vallester, en la ciudadela La Libertad.
A las 9:00 de la mañana, un total de 15 hombres y una mujer estaban sentados a los alrededores de la cancha, tenían una camiseta roja y una bermuda color negro, además de una sonrisa que cubría toda su cara y que no se borró ni con el inclemente sol que calentaba a esa hora.
“Vienen a divertirse, ya saben todo lo que entrenamos, den todo de ustedes…”, fueron las palabras de Willian Hernández antes de que sus dirigidos fueran a la cancha.
La mujer, Angie Yulieth González, se encargaba de animar a sus compañeros, quienes cada vez que hacían una buena jugada, buscaban la mirada de su ‘profe’, que se las devolvía con orgullo por lo que estaban haciendo.
El encuentro terminó 1-1, los jugadores se sentaron en el banquillo, el cansancio era evidente pero con felicidad repetían “gracias, profe”.
“Para eso estoy aquí, esta es la gratificación que tengo a diario con estos muchachos”, finalizó Hernández.
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