Cuando estalló la guerra en Sudán, Esraa Hesbalrasoul tuvo que sacar a sus gemelos prematuros a toda prisa de su incubadora, porque el hospital de la capital, Jartum, donde se encontraban estaba siendo bombardeado. Sin oxígeno ni ambulancias, uno de ellos murió.
La joven madre consiguió llegar a la pequeña maternidad de Omdurman, un suburbio del noroeste de la capital sudanesa, donde cuida del pequeño que sobrevivió.
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Cuando comenzaron a caer las bombas sobre el hospital el 20 de abril "nos dijeron que debíamos evacuar a todos enseguida y que debíamos llevarnos a nuestros gemelos", cuenta a la AFP esta sudanesa.
"No había ninguna ambulancia disponible así que tuvimos que llevárnoslos como podíamos, pero uno de los dos murió por falta de oxígeno", añade.
Esraa Hesbalrasoul no es la única madre atrapada por esta guerra que comenzó el 15 de abril: según la ONU "24.000 mujeres deben dar a luz en las próximas semanas" en la capital sudanesa.
De acuerdo a la misma fuente, 219.000 mujeres están embarazadas en la capital, donde más de cinco millones de personas intentan sobrevivir sin agua corriente ni electricidad, y racionando la poca comida que les queda.
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500 nacimientos
Es por ellas que el pequeño hospital de cuatro plantas Al Nada lucha por permanecer abierto. Y hasta ahora lo ha conseguido gracias, sobre todo, a una generosa donación de la Asociación de médicos sudaneses-estadounidenses (SAPA), dice a la AFP su director, Mohamed Fatah al Rahman.
Con ese dinero "pudimos atender 500 nacimientos y a 80 niños" en pediatría, afirma.
A su alrededor, bebés prematuros en incubadoras se aferran a la vida y niños pequeños lloran cuando los médicos les ponen inyecciones.
En las habitaciones poco iluminadas, los ventiladores de techo intentan mantener a raya el calor, que afuera supera los 40 grados. De vez en cuando, el ruido de los combates y las explosiones resuenan a lo lejos.
Unas 700 personas han muerto en los combates y más de 5.000 han resultado heridas. Todos los esfuerzos se centran en atender a los heridos de guerra. Los pocos hospitales que no han sido bombardeados u ocupados por combatientes ahora sólo atienden urgencias.
"Desde el inicio de la guerra no hay servicios de obstetricia y pediatría", afirma el doctor Fatah al Rahman.
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Fátima y su marido Jaber se encontraron con muchos hospitales y clínicas cerrados antes de encontrar al doctor Fatah al Rahman, que está tratando a su hijo que sufre meningitis.
"Todo se vendrá abajo"
Incluso antes de que estallara la guerra entre militares y paramilitares, la vida de las madres y sus recién nacidos corría peligro en Sudán.
En ese país africano, uno de los más pobres del mundo, tres de cada mil mujeres mueren en el parto. De cada 1.000 niños, 56 morirán antes de cumplir los cinco años.
Y para encontrar un centro médico, uno de cada tres sudaneses debe caminar más de una hora.
El pequeño equipo del centro Al Nada teme verse obligado a cerrar.
"Nuestras reservas de medicamentos empiezan a disminuir, si esto sigue así, todo se vendrá abajo", advierte la farmacéutica de la maternidad, Alaa Ahmed.
Es imposible abastecerse de medicinas o leche infantil en los almacenes centrales del Ministerio de Salud, ya que están al otro lado del Nilo, en uno de los barrios cercanos al aeropuerto, donde arrecian los combates.
Los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido "impiden a todo el mundo el acceso", acusa el ejército.
"Mucha gente me pide medicinas, pero por desgracia no puedo dárselas", dice Alaa Ahmed.
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