Ana Marcela Cunha no pudo sumergirse en las aguas londinenses y en las de Pekín y Río sus brazadas fueron menos fuertes que las de sus rivales. Pero en el mar de Tokio, la laureada nadadora brasileña atrapó, por fin, el oro olímpico.
En Pekín-2008, a los 16 años, bordeó el podio (5°) en el estreno olímpico de las aguas abiertas, el boleto a Londres-2012 se le escapó y en Río-2016 ocupó el décimo puesto tras un problema de abastecimiento durante la prueba.
La decepcionante seguidilla para la que muchos consideran la mejor atleta de maratones acuáticas de la historia tuvo su fin este miércoles (noche del martes en Brasil) luego de diez kilómetros de recorrido por el Parque Marítimo de Odaiba, una isla artificial en la capital nipona.
Cuatro veces campeona mundial en 25 km (2011, 2015, 2017, 2019), una en 5 km (2019) y dueña de dos récord Guinness, por más títulos y victorias (25 hasta 2019) en series mundiales de maratón a nado de la FINA, Cunha se colgó la presea dorada con un tiempo de 1:59:30, por delante de la holandesa Sharon van Rouwendaal (+0,9), campeona en Río, y la australiana Kareena Lee (+1,7).
El primer lugar engrosará ahora una abultada vitrina que incluye 66 medallas (33 oros, 16 platas, 17 bronces) de competiciones de 5, 10 y 25 kilómetros de la Federación Internacional de Natación (FINA), además del oro en los Panamericanos de Lima-2019 en los 10 km y seis de los diez premios que se han entregado a la mejor nadadora de aguas abiertas del mundo.
"Maduré mucho para llegar hasta aquí y sólo tengo una cosa por decir: crean en su sueños", dijo tras ganar el metal dorado, el primero de Brasil en la modalidad.
De la guardería al mar
El mar y Cunha han estado conectados desde muy temprano. Aprendió a nadar cuando tenía dos años. Su madre le enseñó los primeros movimientos para evitarse sustos en la piscina de la guardería.
Pero su corazón latía por el mar y con ocho años ya estaba prácticamente volcada por las aguas libres, impulsada por la cultura marítima de su natal Salvador de Bahía (nordeste).
"Siempre me ha gustado nadar al aire libre, en ríos, playas", explicó Cunha, de 29 años, a la página oficial de las justas japonesas.
Se destacó muy pronto y debutó en los olímpicos chinos sin haber llegado a la mayoría de edad. Desde entonces ha aparecido en buena parte de las fotos de un deporte demandante.
"Entreno cada día de la semana, excepto el domingo. Empiezo a las seis de la mañana, como, descanso, y después realizo otro entrenamiento por la tarde. Esto hace (...) unos 300 km por mes, dependiendo de la estación", cuenta.
Traspiés médico
Después del revés en Río, en octubre de 2016 encajó otra mala nueva. Una enfermedad autoinmune obligó a que le extirparan el bazo, aunque al poco tiempo estaba de nuevo en el océano.
De brazos y piernas tatuadas, y con cinco argollas olímpicas grabadas en el omóplato derecho, Ana Marcela suele compartir en sus redes sociales sus llamativos y coloridos cortes de pelo, además de fotos con su novia y mensajes positivos para que los jóvenes se enamoren del deporte.
Dice inspirarse en el fallecido piloto Ayrton Senna, tres veces campeón de la Fórmula Uno y adorado por el pueblo brasileño. En un recorrido de 36 kilómetros entre Capri y Nápoles, en Italia, usó un gorro con el estilo de uno de los cascos del inolvidable as del volante.
Aunque ella, a brazadas, y por sí sola, hace rato tiene asiento en la historia del deporte del gigante latinoamericano.
"Siempre intento compartir cada éxito con los demás. No soy ni mejor ni peor que nadie. Soy solo Ana Marcela, la de las maratones en aguas abiertas".