La tarde del Jueves Santo, primero de abril, la vida de Carlos Eduardo Villalobos se partió en dos. Ese día, mientras estaba con un amigo, la noticia de que su esposa y sus dos pequeños hijos murieron en un accidente, le llegó como una certera estocada que se le clavó en el corazón y lo dejó ‘muerto en vida’.
A las 5:00 de la tarde, a las afueras del hospital Erasmo Meoz, un policía de Tránsito le advirtió que Maryury Balaguera Arenas, su esposa, María José, de 5 años y Liam Josué, de 4 meses, sus hijos, habían sufrido un accidente luego de que la buseta Chevrolet NKR, de placa UYP-099, de la empresa Transporte Risaralda y conducida por Crescenciano Solano Chogo, entre la vía Puerto Santander y Cúcuta, perdió el control y terminó volcándose provocando la desgracia.
Desde entonces, para esta familia han pasado 5 meses y cuatro días sumidos en una profunda tristeza, de la que hoy no han logrado recuperarse completamente. Los recuerdos de su hogar, con sus dos hermosos hijos, duelen y le arrancan lágrimas a Carlos Eduardo.
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Recuerdos de dolor
Llegar a la casa donde residía Maryury con sus pequeños y su esposo, es encontrarse con fotografías, peluches y dibujos que se resisten a que sean olvidados.
En esa vivienda, ubicada en Los Olivos, de la ciudadela Juan Atalaya vive ahora María Eugenia Arenas, la mamá de Maryury, quien fue la última que los vio con vida cuando los acompañó a subirse a la buseta ese día Santo.
Maryury, de 24 años, estaba con sus hijos en una finca de la vereda Matecaña, del corregimiento de Buena Esperanza, donde compartían la Semana Santa. Ese día ella supo que Carlos Eduardo había regresado de viaje luego de terminar su trabajo como maestro de construcción y decidió retornar para encontrarse todos, desconociendo que eso nunca ocurriría por la presunta imprudencia del conductor de ir a alta velocidad.
Sin avance judicial
Ese jueves, a las 3:20 de la tarde, cuando transitaban en inmediaciones del sector Puente Angosto, muy cerca de la vereda Patillales, la buseta se salió de la vía por el lado derecho y al intentar regresar realizó maniobras peligrosas que provocaron su volcamiento, así quedó registrado en el informe que los agentes de tránsito realizaron al inspeccionar la escena.
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Maryury salió expulsada con su pequeño Liam en sus brazos. Ella sufrió trauma craneoencefálico severo y otros golpes contundentes en el abdomen, que la dejaron sin vida casi de inmediato, mientras que el bebé también golpeado alcanzó a ser llevado de urgencias, pero no resistió. María José, la hija mayor de Maryury, quedó sin vida debajo de la buseta y la descubrieron fue hasta el final de la inspección.
Además, tres adultos más y cuatro niños, quedaron heridos dentro del vehículo.
Para el abogado Andrés Gómez Parra, gerente de la firma Territorio Legal que lleva el caso de estas familias, es sorprendente como ni la empresa, ni la aseguradora no se han tomado la molestia de saber cómo están los familiares perjudicados por estas pérdidas y, peor aún, que la justicia sea tan lenta para actuar.
“De momento se ha radicado un proceso bajo una demanda de responsabilidad civil extracontractual que se adelanta contra el conductor, el propietario de la buseta, la empresa de transportes y la aseguradora del vehículo. Esta familia resultó afectada de manera trágica resultado de un accidente por una presunta falta de pericia, precaución, diligencia y cuidado por parte del conductor que, según la hipótesis establecida por los agentes de Tránsito, obedeció a un exceso de velocidad”, dijo el abogado.
Mientras tanto, en la Fiscalía también está radicada una demanda en contra del conductor del vehículo por homicidio culposo y por ahora no hay avances en ninguna de las dos demandas.
Daño irreparable
Carlos Eduardo a los pocos días de la tragedia intentó volver a su vida normal, pero no pudo.
Trabajar a distancia y sin el apoyo de la familia lo estaba llevado a una tristeza absoluta y por eso se mudó a una vivienda familiar en el barrio Palmeras, en donde le han ayudado a no desvanecerse. Sin embargo, por dentro lleva el dolor que su mirada no puede ocultar.
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“He tenido dos sueños. He visto a Maryury con su cabello corto en donde me mira y me hace sentir que están bien. La niña me habló y me abrazó. También me dijo que estaban bien”, contó entre lágrimas y añadió que trata de hacer muchas cosas en el día y terminar cansado para solo llegar a dormir y no llorar.
Para María Eugenia, la mamá de Maryury y abuela de los pequeños estar en la casa con los recuerdos de los tres la tranquiliza, pero cada que viaja adonde a sus padres en la finca la sorprende una angustia que solo la calma confiando que en el cielo tiene a sus tres ángeles.
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