En los últimos dos meses en Cúcuta y el área metropolitana no han cesado los homicidios, que traen consigo el dolor de diferentes familias. Desde mediados de febrero, hasta la semana pasada, se registraron tres dobles asesinatos que, además de generar temor entre los habitantes de esta zona del país, algunas de las víctimas no habían sido identificadas.
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Las historias macabras entrelazaron a seis familias en estos hechos, que, a pesar de no tener relación entre sí, mantienen el mismo dolor y la incertidumbre que generan estos crímenes en la zona de frontera.
Al pasar de los días, los familiares de los hombres asesinados, tanto en Cúcuta, como en Villa del Rosario, conocieron que sus seres queridos fueron las víctimas de esta arremetida violenta, en la que el retumbar de las balas es la que marca las huellas.
En Boconó
La noche del 18 de febrero, en el Anillo Vial Oriental, sobre la trocha La 51, en Boconó, los transeúntes tuvieron que alertar a la Policía Metropolitana de Cúcuta del hallazgo de dos cadáveres tendidos sobre el pavimento.
En medio de las pesquisas, las autoridades hallaron vainillas de fusil y de pistola, por lo que los homicidas dispararon las dos armas y posteriormente huyeron por la trocha hacia el territorio venezolano.
Esa noche, los miembros de la Brigada Interinstitucional de Homicidios (Brinho) se encargaron de la inspección y el levantamiento de los cuerpos, que tuvieron que ser trasladados al Instituto de Medicina Legal sin ser identificados, porque no tenían documentos.
Un mes después del suceso, los familiares de Juan Carlos Padilla Calderón, de 50 años, fueron alertados a través de una fotografía, de que uno de esos dos hombres asesinados era su ser querido.
Los dolientes iniciaron los trámites para reclamar el cadáver, para darle el último adiós a su familiar.
Según se conoció, Padilla desapareció el 13 de febrero, cuando hombres desconocidos llegaron hasta su casa, en el barrio San Gerardo y se lo llevaron con rumbo desconocido.
La víctima trabajaba vendiendo gasolina de contrabando en las trochas, y al parecer, había recibido algunas amenazas.
Juan Carlos Padilla dejó una hija de 12 años, con la que mantenía contacto constante, a pesar de que no vivía con ella.