La masacre en la que fallecieron Miguel Ángel López Rojas, su esposa Zulay Durán Pacheco y su hijo: un bebé de apenas 11 meses, en la vía que de Tibú conduce a Cúcuta, el miércoles hacia las 7:30 de la  noche, conmocionó a todo Norte de Santander y al país entero.

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Y es que los nortesantandereanos alzaron su voz para exigir justicia por la primera masacre del 2025 en el departamento y preguntarse ¿por qué los violentos fueron capaces de acabar con la vida, además, del bebé, quien estaba en los brazos de su madre al momento del ataque armado?. De milagro se salvó otro miembro de la familia: un niño, de nueve años, quien iba en el asiento trasero de la carroza fúnebre y fue auxiliado por habitantes de la zona.

Ese hecho de violencia y dolor consternó sobre todo a Tibú donde el propietario de la  Funeraria San Miguel nació y tenía su pequeña empresa. Las personas no se explican cómo los violentos tuvieron la crueldad de matar a la familia.

Miguel López un día antes de ser asesinado cumplió los 41 años, el martes, 14 de enero. Su tiempo lo dividía como funerario y el ser padre y esposo.

Quiso ser médico

Miguel, conocido como Miguelito, no logró ser médico por diferentes circunstancias económicas, pero su fascinación por el cuerpo humano lo llevó a iniciar en el negocio de las funerarias hace 20 años, demostrando su fascinación y profesionalismo.

Hace poco, en un documental del medio digital Realidades titulado: ‘El Trabajo del Embalsamador de Guerra en Colombia’, contó que la primera vez que ingresó al laboratorio a preparar un cuerpo, se atemorizó porque la mano del fallecido se movió un poco. Los funerarios más antiguos le dijeron que ese era un gaje del oficio, luego ‘le cogió el ritmo’ a su trabajo.

A López Rojas siempre lo veían con una sonrisa, a bordo de su carroza fúnebre, la misma en la que fue acribillado a balazos.

Un funerario comprometido

Como funerario este hombre cumplía una importante y poco envidiada misión en la convulsionada región del Catatumbo. Recoger los muertos de la guerra para entregarlos a las autoridades o a Medicina Legal, cuando los uniformados no podían llegar a apartadas y riesgosas zonas de esta región, y posteriormente devolverlos a sus seres queridos.  

Su compromiso con su trabajo era tal que cada vez que sonaba su celular y el interlocutor le comentaba que había un cadáver para recoger, él inmediatamente se montaba en la carroza, a la que le decían ‘la última lágrima’ o ‘el último paseo’, para iniciar la travesía hasta el sitio donde los violentos, cualquiera que fuera el bando, había dejado un cuerpo sin vida.

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No había excusas. Ni el clima, la hora, el estado de las vías o jugarse la vida al recorrer zonas donde hacen presencia diferentes grupos armados. Para ‘Miguelito’ solo importaba sacar de allá el cuerpo, entregarlo a las autoridades para que hicieran la inspección técnica y, posteriormente, prepararlo para la velación y el entierro.

“A los fallecidos hay que tratarlos con respeto porque son seres humanos. Dialogo con ellos en ocasiones que todo se pone pesado”, decía Miguel Ángel López definiéndose en su trabajo.

Además que “nosotros no tenemos edad o parentesco para la muerte. Para todos hay un principio y un fin”, lo dijo en el documental que protagonizó y en el que relataba cómo era su día a día en el trabajo.

Padre amoroso

Miguel López dividía su vida entre ser un padre ejemplar con sus tres hijos: el bebé que fue asesinado, el niño que se salvó de morir y otro muchacho, que tuvo con una anterior pareja sentimental.

Muchas de las personas que lo conocieron coincidieron en que ‘Miguelito’ era muy amoroso con sus hijos y Zulay Durán, además compartía con sus ‘retoños’ una pasión por el fútbol.

“Siempre estaba para su familia, era un hombre que pese a los extenuantes horarios de trabajo y que la muerte lo llamaba en cualquier momento, sin importar que fuera de día o noche, compartía momentos con sus hijos y esposa”, contó un amigo de la víctima.

Recoger a un amigo

Los funerarios de Cúcuta se enteraron del hecho hacia las 6:00 de la tarde y alertaron a uno de sus integrantes de que ‘Miguelito’ y sus familiares habían muerto. Como el hombre también se desplazaba por la vía Tibú-Cúcuta, arribó rápidamente hasta el lugar de los hechos para recoger los tres cadáveres.

“De la impresión de la noticia se me frenó el carro, mientras me decían al teléfono que fuera porque yo estaba como a 40 minutos. Yo llegué a la escena y fue bravo ver a mi amigo y colega muerto”, contó el funerario.

Las muertes

Según se conoció, las víctimas fueron atacadas por desconocidos fuertemente armados cuando se desplazaban por el carril Cúcuta-Tibú, a la altura de la vereda La Valera, por el corregimiento La Silla. Los violentos desenfundaron sus armas y les dispararon a los ocupantes que estaban en la parte delantera del vehículo de manera indiscriminada y sin importarles el bebé.

Miguel López fue impactado en dos oportunidades en la cara, otra en el cuello, hombro y brazo izquierdo. El bebé recibió un balazo en la cabeza y otro en el estómago, mientras que Zulay Durán Pacheco recibió un tiro en el cuello y un brazo.

El otro hijo se salvó porque estaba en el asiento trasero y se escondió detrás del puesto de su mamá.

A los minutos llegaron varios funerarios y trasladaron los cuerpos de los tres familiares hasta las instalaciones de Medicina Legal, en Cúcuta.

El presidente Gustavo Petro se refirió al lamentable homicidio de Miguel, calificándolo como “una noticia lamentable”. Posteriormente, en conjunto con la  gobernación de Norte de Santander, ofrecieron una recompensa de $100 millones por información que permita dar con los responsables del crimen.

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