Un año antes de su inicio, el Mundial de Catar reúne ya los principales desafíos del deporte rey que vive su época de mayor agitación.
Primer país árabe en albergar la competición reina de la FIFA, el pequeño reino gasífero es un exponente del movimiento emprendido en los añoS 1990 por los dirigentes del fútbol mundial, en busca de nuevos territorios lejos de sus bases.
“Antes, los Mundiales consolidaban las culturas locales del fútbol. Ahora se intente suscitarlas”, resume Grégory Quin, historiador del Deporte en la Universidad de Lausana.
Al contrario de las ediciones de Alemania (2006) o de Brasil (2014), sendos regresos a los orígenes, la cita catarí se inscribe en la dinámica del Mundial de Estados Unidos (1994), en Corea del Sur y Japón (2002), y después en Sudáfrica (2010), observa este investigador.
Pero hay más: desde su designación a finales de 2010 como país anfitrión, en unas condiciones que aún son objeto de investigaciones judiciales , Catar extendió su influencia sobre el ‘planeta deporte’ en unas proporciones inéditas y con unos medios nunca antes desplegados.
Influencia multidimensional
El emirato, que hizo edificar a marchas forzadas las infraestructuras requeridas para el torneo, no se contentó con albergar otras competiciones como las dos últimas ediciones del Mundial de Clubes de la FIFA y el Mundial de Atletismo de 2019, todo ello ambicionando albergar un día los Juegos Olímpicos de verano.
Al adquirir el París SG en 2011 a través de su fondo soberano QSI, el país prolongó en los estadios europeos su rivalidad con los Emiratos Árabes Unidos, propietarios del Manchester City, una estrategia que inspira la toma de control reciente del Newcastle inglés por un fondo saudita.
Pero a diferencia de sus poderoso vecinos, Catar cuenta con un gigante de la retransmisión deportiva con el grupo beIn, dirigido por el presidente del PSG y ‘ministro sin cartera’ Nasser Al-Khelaïfi, que apuesta fuerte por los derechos de televisión de los Mundiales 2026 y 2030 en Oriente Medio a pesar de la ausencia de competencia.
Por último, el país ha movido sus fichas en las instancias del fútbol: miembro del comité ejecutivo de la UEFA, reforzado por su lealtad durante la crisis de la Superliga, Al-Khelaïfi también tomó posesión este año de la presidencia de la Asociación europea de clubes.
Y de forma más anecdótica, Catar financió parcialmente la renovación en París del Edificio de la Marina, que debe albergar una de sus colecciones de arte y... la futura sucursal parisina de la FIFA.
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