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Frontera
Intervención militar: la peor de las malas opciones
El principal beneficiario de esta forma de guerra será el Eln, toda vez que es la guerra para la que se ha preparado durante la última década.
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La opinión
La Opinión
Jueves, 25 de Diciembre de 2025

Por: Jorge Mantilla

Politólogo, Ph.D en Sociología del Crimen UIC Chicago.

Lo perfecto es enemigo de lo bueno. Esta frase, comúnmente usada en los círculos políticos, se traduce muchas veces en un escenario aún más complejo, en el que entre las opciones posibles no hay una buena decisión y, entonces, hay que optar por la menos mala.

Esto es justamente lo que está pasando en Venezuela, y desde el punto de vista de los intereses de Colombia, ninguno de los escenarios posibles —sea la continuidad del régimen, unas nuevas elecciones sin Maduro ni María Corina, o una intervención militar por parte de los Estados Unidos— es un buen desenlace para el país.

En realidad, la segunda opción se subdivide en varios desenlaces posibles derivados de una negociación entre Estados Unidos y el régimen Bolivariano. Sin embargo, hasta el día de hoy, a pesar de que la escalada militar de Estados Unidos en el Caribe no ha derivado en ninguna acción ofensiva contra activos venezolanos, Trump sigue sosteniendo que los días de Maduro en el poder están contados. Esto hace pensar que una acción militar de los Estados Unidos en Venezuela es inminente, pues no hay razones para creer que las figuras más prominentes de la Revolución Bolivariana entreguen el poder después de dos décadas sin disparar un solo tiro.

 

Intervención militar

 

Así las cosas, ¿qué puede esperar la región fronteriza ante una escalada violenta en Venezuela?

Lo que puede pasar mañana está determinado por lo que sabemos hoy.

Sabemos, o creemos saber, que una cosa es Nicolás Maduro y otra el régimen bolivariano. Así lo confirmó, además, Cliver Alcalá en una carta dirigida al presidente Trump en donde dio detalles del complejo entramado de poder que sostiene al régimen. Es decir, si Estados Unidos mata o arresta a Nicolás Maduro, o este huye a Turquía o a otro país, eso no significará la caída del régimen. Al menos no de manera inmediata.

Sabemos que Venezuela no tiene la capacidad ni la voluntad para entrar en una confrontación militar con Estados Unidos, pues existe una brecha enorme entre sus poderes mayores. A pesar de la fortaleza militar que exhibió la revolución en tiempos de la bonanza petrolera, hoy gran parte de su arsenal está en desuso, carece de mantenimiento y no representa ninguna expectativa de victoria para el régimen, por lo que su mejor salida es recurrir a la guerra asimétrica. Arte en el que se han preparado y que se alinea con su visión de unidad cívico-militar.

Sabemos que, en el contexto de esa guerra asimétrica, el protagonismo principal, en caso de que Estados Unidos despliegue tropas sobre territorio venezolano, lo tendrán la milicia bolivariana, los colectivos y los grupos armados y del crimen organizado; todos ellos coordinados por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

El principal beneficiario de esta forma de guerra será el Eln, toda vez que es la guerra para la que se ha preparado durante la última década y porque enfrentarse directamente con Estados Unidos en territorio venezolano le daría un protagonismo sin precedentes a nivel internacional.

Sabemos que el interés de Estados Unidos, y particularmente del presidente Trump, no es castigar a los responsables del narcotráfico, ya sea el denominado Cartel de los Soles, el Tren de Aragua o el propio Nicolás Maduro. Lo sabemos porque la semana pasada indultó al expresidente hondureño, Juan Orlando Hernández, condenado por una corte federal a 45 años de prisión por narcotráfico.


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En cambio, sabemos que el interés de Estados Unidos, y particularmente del presidente Trump, es recuperar el rol hegemónico en el hemisferio, pues así lo consigna la Estrategia de Seguridad Nacional presentada la semana pasada. Para hacerlo, necesita expulsar de su patio trasero a China y a Rusia, deshaciéndose del régimen que les ha abierto las puertas de par en par.

Acá entra en juego el gran tablero de ajedrez internacional, con fichas desplegadas en Ucrania, Medio Oriente y el mar de China meridional, donde Colombia no tiene la menor influencia. Sabemos, además, que en ese tablero y como parte de cualquier desenlace posible en Venezuela, el acceso al petróleo y a los minerales juega un papel importante en la ecuación. Es el formato de la paz transaccional que he marcado como la política de paz de Estados Unidos en conflictos como el de  Ucrania o el del Congo, donde dicho acceso ocupa los primeros lugares en el orden de prioridades.

Por último, sabemos que ninguna de las intervenciones militares que ha hecho Estados Unidos en este siglo ni Irak ni Afganistán ni Libia ni Somalia ha tenido el desenlace esperado por los arquitectos de la democracia moderna.

Estos seis hechos deberían darnos pistas del escenario para el que deberíamos estar preparados en Norte de Santander y a lo largo de la frontera. Una crisis migratoria y humanitaria similar o incluso de mayores proporciones a la vivida en 2018, dado el recorte de la ayuda humanitaria, incluyendo el cierre de todos los programas de USAID en el país y el cierre de oficinas de varias agencias humanitarias.

Una informalidad laboral y económica disparada en Cúcuta y su área metropolitana, con el consabido impacto en la seguridad ciudadana y en las economías ilícitas. Un Eln fortalecido, operando conjuntamente con la FANB, en operaciones de desestabilización en Colombia, para que nuestro país eleve el volumen de la protesta diplomática contra una invasión en América Latina. Una Fuerza Pública desbordada y con escasas capacidades, tratando de contener las acciones simultáneas del Eln a lo largo de la frontera, desde el Cesar hasta el Vichada.

Una segunda vuelta presidencial en la que el mayor favorecido sería Iván Cepeda, pues recogería toda la indignación nacionalista resultante de una intervención militar estadounidense que, además, le daría la razón a Gustavo Petro, convirtiéndolo en la gran figura antimperialista que sueña ser.

Entre todas las malas opciones, una intervención militar por parte de los Estados Unidos en Venezuela que incluya el despliegue de tropas en el vecino país es la peor de todas. La alternativa es quizás un escenario similar al de Serbia en 1999, cuando la OTAN llevó a cabo una campaña militar con bombardeos “selectivos” entre marzo y junio como respuesta a la limpieza étnica contra los albanos kosovares perpetrada por Milošević. Aunque se considera que ese fue el punto de inflexión para forzar a los serbios a aceptar un acuerdo de paz y para la salida de Milošević del poder un año después, vale la pena recordar que treinta años después las heridas de esa guerra siguen abiertas.


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