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Yo soy el cocinero de mi casa: Jorge Herrera cambia los libretos por cucharones en MasterChef
El actor se le midió al mojojoy en el reality y terminó con el primer delantal negro.
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Ruby Escamilla
Ruby Escamilla
Viernes, 20 de Junio de 2025

La cocina más famosa del país está de fiesta: MasterChef Celebrity Colombia celebra su décima temporada con más sabor, más sorpresas y 22 celebridades que llegaron dispuestas a batirse en fogones, risas y eliminaciones.

Entre ellas, un rostro que todos los colombianos reconocen y respetan: el actor y director Jorge Herrera, recordado por su entrañable papel de Don Hermes en Yo soy Betty, la fea.

A sus 77 años, y con una carrera sólida en el teatro, la televisión y la música, Jorge aceptó el reto de enfrentarse a ingredientes exóticos como el mojojoy y a los rigurosos paladares de los chefs Jorge Rausch, Nicolás de Zubiría y la recién llegada Belén Alonso.

Y aunque fue el primero en ponerse el temido delantal negro tras olvidar limpiar los gusanos amazónicos, el caleño sigue en competencia, aprendiendo y cocinando con toda la pasión que también pone sobre el escenario.

En charla con La Opinión, el caleño habló sobre su paso por el programa, su rol de chef en casa, su hijo cocinero profesional, sus recuerdos con empanadas vallunas y su nueva forma de conquistar al público… por el estómago.

Actor, director, docente y compositor: Herrera es un referente del arte escénico en Colombia.

¿Cuál fue el plato con el que se lució?

Participar en un programa, en un reality, es definitivamente como una montaña rusa. Tiene momentos en que consigues éxito, y otros en los que lo que pretendías que te llevara al éxito te lleva al fracaso. Entonces estás en una oscilación emotiva muy fuerte.

Tuve la posibilidad de disfrutar de las mieles del éxito haciendo cosas sospechadas. Inclusive, cosas que nunca había preparado. Como un postre, que nadie se imaginaba que fuera resultar tan exitoso. O unas frituras que fueron sometidas a votación de un equipo y conseguimos la votación más alta de la historia del programa. Eso fue muy grato.

¿Qué plato de su infancia caleña le gustaría versionar con toque gourmet en MasterChef?

Mi niñez está muy ligada a los fritos caleños, particularmente a las empanadas vallunas. Mi madre me llevaba donde unas tías de mi papá que tenían la venta de empanadas más famosa de Cali. Recibí ciertos secretos de la fórmula para preparar la masa. Eso no es como la gente se imagina.

Un día nos tocó hacer frituras y yo orienté a mi equipo rápidamente por ese camino. Eso nos llevó a un triunfo rotundo.


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Actor, director, compositor… y ahora cocinero televisivo: ¿cuál de esos oficios es más despiadado con los errores?

Yo soy cocinero hace rato. No soy de alta cocina, pero soy cocinero cotidiano, el cocinero de mi casa.

Mi esposa decidió no volver a cocinar desde hace rato. Un día dijo: “Yo hasta aquí cociné, ustedes verán qué hacen”. Yo me volví cocinero de la casa y mi hijo, chef. Pero él es perfeccionista a más no poder. Cocinar con él es difícil, se rige por unos parámetros a los que yo no estoy a la altura.

Cocinar es muy pesado. La gente cree que es picar y ya. Pero un chef es responsable de todo, del personal, del restaurante, de cómo responde a los clientes. Es una tarea ardua, agobiante.

¿Su hijo chef le pasó alguna receta que llevó al programa?

No, porque él está formado en la alta cocina, y para él todo es de mucha minucia, mucha precisión, mucha perfección. Me explicó ciertas cosas de cortes al comienzo. Fue muy breve, casi una o dos charlas. Cosas muy elementales.

Pero allá hay clases también. Los chefs que están ahí te dan clases constantemente y eso te nutre mucho.


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¿Cómo es eso de ser “el cocinero titular de su casa”? ¿Qué opinan sus hijos de que esté ahora entre retos y eliminaciones?

Se sentían muy orgullosos, particularmente mi hijo chef. Que estuviera ahí, que me hubiera sostenido tanto tiempo.

Creo que lo hubiera podido hacer mejor, pero si algo necesita uno en este programa es dedicación total. No es fácil inquietar, más que complacer, el paladar de los jurados. Conquistar su gusto no es fácil.

Dicen que en la cocina se conocen las verdaderas personalidades… ¿A quién ya le vio el ají picante detrás de cámaras?

A veces se excedían dramatizando. Contagiaban el proceso de cocinar con factores afectivos, familiares, románticos. Pero si tú trabajas en un restaurante, no puedes aplicarle tus problemas externos al plato.

Así estés deprimido, el plato tiene que ser lo que el comensal solicitó. No puedes decir: “Estoy deprimido y no le eché sal”. Eso no puede ser.


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¿Ya hizo alguna alianza secreta para sobrevivir? ¿Se están cocinando pactos por debajo de la mesa?

Es muy difícil hacer alianzas. Yo traté de manejarme autónomamente. No quiero decir que no hice amistades. Reconocí amigos que ya tenía y conocí gente nueva, maravillosa.

Nunca se me olvidó que era una competencia. Como tal, a veces los participantes ponen estrategias a funcionar. Yo no hice eso. Siempre traté de trabajar armónicamente, a pesar de descubrir que algunos sí empleaban estrategias extra.

¿Qué ingrediente o plato no le gusta ni preparar ni probar?

Yo estaba convencido un día de que estaba haciendo un risotto delicioso. De repente, Claudia dice: “Paren, faltan 20 minutos. Van a cambiar de estación”. Y nos cambiaron. Me tocó una cabeza de cordero recién decapitada. Qué susto.

Yo había visto cuando sacaron esa cabeza de las cajitas mágicas y dije: “Uy no, eso está tenaz”. Pero eso no fue lo más grave. Lo peor fue ver el destino que le dieron a mi risotto. Los que llegaron a mi estación dijeron que estaba amargo, no sé qué… hicieron bolas de arroz con lo que yo había preparado. Todo el trabajo se fue.


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¿Qué es más difícil: conquistar al público desde un escenario o conquistar el paladar de Jorge Rausch?

Rausch es un señor muy simpático, gran colaborador. Tiene una actitud formativa muy especial. Pero como todo ser humano, tiene aficiones. Es muy proclive a que lo seduzca, por ejemplo, un postre o un helado. Algo que los otros jueces no estiman tanto.

No es fácil conquistar su paladar.

¿Algún bolero suyo se ha inspirado en una receta? ¿La cocina ha influido en su música?

No había considerado esa posibilidad. Pero la voy a pensar. Hay una canción de los Beatles, Savoy Truffle, que nació cuando se sentaron en un restaurante y uno de ellos hizo una canción con el menú. Es bellísima. Entonces sí, lo voy a pensar.

Si le tocara improvisar una obra teatral con los ingredientes que más odias cocinar, ¿cómo se llamaría?

En términos gastronómicos todos tenemos algo que no probamos. A mí me pasa con la lengua. No sé por qué, pero la detesto. Nunca la como. Y es uno de los platos favoritos de mi esposa. Pero yo, ni consumirla, ni prepararla. No me agrada.


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¿Qué es lo más bonito que le han dicho después de probar una de sus comidas?

Algo que me llenó de gran orgullo y me infló el ego: uno de los jurados vino y me dijo “Usted es un crack”. Que te digan eso, siendo un simple aprendiz… uff, conquisté un éxito muy importante.

Y creo que el último día que estuve también me pasó. Alguien me gritó desde el balcón: “¡Usted es un crack!”. Pero ese día me dijeron adiós.

Aunque Jorge Herrera se puso el delantal negro en el primer reto, su espíritu sigue intacto, igual que su curiosidad por los sabores, sus historias teatrales y su bolero interior.

El actor caleño demuestra que nunca es tarde para reinventarse, ni para echarle un poco de ajo y comino a los desafíos de la vida.

Y mientras se define su destino en la competencia, los televidentes siguen viendo en él lo que los jueces ya notaron: talento, entrega… y sazón de crack.


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