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Lo bueno, lo malo y lo feo, un año después de Río
Inseguridad, abandono y brotes de corrupción, son algunos de los problemas que afloran.
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AP
Sábado, 29 de Julio de 2017

Neymar besó la pelota, le regaló a Brasil una ansiada medalla de oro en fútbol y lloró con sus compatriotas.

Ahí se acaba el legado de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

“Es la única medalla que realmente importaba”, declaró Salvador Gaeta mientras paseaba en bicicleta por un Parque Olímpico desierto hace pocos días. “Todos los brasileños lo recordarán”.

Otros recuerdos se han empañado en el año que pasó. Se satisficieron algunas expectativas, pero no se cumplieron muchas de las promesas que hicieron el presidente del Comité Olímpico Internacional Thomas Bach y el líder del comité organizador local Carlos Nuzman.

Bach dijo en la ceremonia de clausura que encontró “un Río de Janeiro antes y otro mucho mejor después de los Juegos Olímpicos”.

Nuzman había dicho que Río sería la nueva Barcelona, en alusión a la transformación que vivió esa ciudad en ocasión de los juegos de 1992.

Pero excepto por algunos cambios cosméticos, esta ciudad dividida por montañas y por una enorme desigualdad sigue siendo la misma. Los delitos violentos, que fueron suprimidos durante la justa, están en ascenso, consecuencia de la peor crisis económica que vive Brasil en 100 años. La policía se queda sin agentes porque no les paga y se tuvo que sacar a los militares a la calle para combatir la violencia en Río.

La ciudad apenas si se mantuvo a flote durante los juegos y necesitó un rescate del gobierno para montar los paralímpicos. Acto seguido se desmoronó en medio de la recesión y de escándalos de corrupción.

Brasil dice que invirtió 13.000 millones de dólares en dinero público y privado para organizar los juegos --algunos estimados hablan de 20.000 millones-- y muchos proyectos relacionados con los juegos se han visto envueltos en escándalos de corrupción que empañaron la competencia e hicieron subir los costos. La policía y los fiscales dicen que hubo muchos chanchullos entre políticos y empresas de la construcción que inflaron los costos de los proyectos.

Vistazo al legado de los juegos de Río 2016:

Lo bueno

Los juegos dejaron una extensión del tren subterráneo, un servicio de autobuses de alta velocidad y una joya urbana: la renovación de la zona portuaria, con sitios para comer, músicos y un lugar seguro en una ciudad en la que abunda el crimen.

Nada de esto hubiera sucedido probablemente sin una justa del prestigio de los olímpicos. Pero hubo plazos que inflaron los costos. Un auditor estimó que hubo recargos del 25% en el tren, que costó el equivalente a 3.000 millones de dólares.

Igor Silverio vive en una favela frente al puerto y fue recientemente con sus dos hijos a jugar a la pelota en lo que supo ser una zona venida a menos, llena de borrachos.

“Sin duda que está mucho mejor”, comentó. “Pero esperaba más de los juegos”.

“Para mí, los juegos beneficiaron a los extranjeros únicamente. Los residentes no recibimos mucho. La seguridad no es buena, lo mismo que los hospitales. Estas inversiones no beneficiaron a la gente de aquí”.

Agregó que no vio los juegos en vivo porque eran “muy caros” y se hicieron en una zona distante.

Lo malo

Los juegos dejaron media docena de instalaciones deportivas vacantes en el Parque Olímpico y 3.600 departamentos vacíos en la Villa Olímpica. Deodoro, el segundo complejo de instalaciones olímpicas más grande, en el empobrecido norte de la ciudad, está cerrado.

A un campo de golf que costó 20 millones de dólares, por ejemplo, le resulta difícil conseguir afiliados y financiación.

Unas pocas docenas de jugadores estaban en el campo un sábado reciente. El clubhouse estaba casi pelado, sin muebles, y los no brasileños pagan 180 dólares por una ronda y un carrito.

Los organizadores y el COI dicen que Río necesita más tiempo para poder explotar las instalaciones y atribuyen a la recesión que padece Brasil los problemas asociados con los juegos.

Un fiscal rechazó hace algunos meses esa tesis y dijo que el Parque Olímpico “no planificó” el uso de instalaciones que describió como “elefantes blancos”. Muchas fueron construidas como parte de proyectos que todavía no se han concretado.

Juliana Solaira, farmaceuta de 30 años que vive frente al parque, opinó que el espacio “es un legado excelente”, pero que “poca gente lo aprovecha”.

“Vemos que se invirtió todo este dinero. Pero la mayor parte de las instalaciones están cerradas. Creo que se le pudo dar mejor uso al dinero”, expresó.

El parque no tiene demasiadas comodidades: no hay restaurantes ni sombra, y casi lo único que se puede hacer es observar con asombro las instalaciones desiertas.
    
Lo feo

Los organizadores de Río prometieron limpiar la contaminada Bahía de Guanabara. Durante los juegos se tomaron medidas especiales para evitar que sillones, troncos y animales muertos que flotaban en las aguas se estrellasen contra las embarcaciones en las pruebas de vela. Después de los juegos, el estado de Río de Janeiro, que está quebrado, suspendió los trabajos de limpieza y regresó un olor nauseabundo.  “Creo que las cosas empeoraron”, declaró Kahena Kunze, ganadora de una medalla de oro en vela, en una entrevista. “Siempre hubo basura que flotaba, pero hay cada vez más. No tiene sentido esconder la basura, porque regresa. Supuse que las cosas empeorarían porque no veo que se haga nada concreto”.

Algunos de los políticos que impulsaron los juegos fueron acusados de recibir coimas y los organizadores deben a sus acreedores entre 30 y 40 millones de dólares.

El ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, que lloró cuando se le concedieron los juegos a Río, fue condenado a nueve años y medio de prisión el mes pasado por corrupción.

El ex alcalde de Río Eduardo Paes está siendo investigado bajo sospecha de que aceptó 5 millones de dólares para facilitar la construcción de proyectos relacionados con los juegos. Paes niega haber cometido irregularidades.

Y, el ex gobernador del estado de Río Sergio Cabral, está preso por corrupción.

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