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Sin rodeos: conversaciones con Fabio Echeverri Correa
Periodista Mariana Lloreda recopila conversaciones que sostuvo con el empresario.
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Colprensa
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Lunes, 13 de Marzo de 2023

“¿Qué pensaría Fabio del momento actual? ¿Qué diría de los acontecimientos más recientes?». Estas son preguntas recurrentes que se hacen algunas personas que conocieron y admiraron al empresario antioqueño Fabio Echeverri Correa, fallecido en 2017.

Porque, más allá de su legado como dirigente gremial en la ANDI y de su liderazgo en las campañas y gobiernos de Álvaro Uribe Vélez, Echeverri era bien conocido –incluso entre sus detractores– por su inteligencia privilegiada, por su forma particular de concebir el país y por su capacidad de sintetizar y comentar los sucesos nacionales.


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Varios años después de su muerte, en una Colombia igual o más convulsionada de la que dejó, resulta oportuno recordar a ese Echeverri, el que le hablaba de frente al país. Este texto, producto de extensas entrevistas realizadas por Mariana Lloreda Garcés entre el 2015 y el 2017, trae al presente con fidelidad su voz franca, aguda y vehemente: una voz independiente que opinaba sin rodeos.

Con el sosiego y la capacidad de retrospección que confieren los años, Echeverri hace un recuento y un balance de su vida. Es su versión como testigo, pero también como indiscutible protagonista de los hechos que marcaron la historia reciente de Colombia.

Lea aquí un fragmento de ‘Sin rodeos: conversaciones con Fabio Echeverri Correa’, cuyo prólogo fue escrito por el periodista Juan Gossaín y editado por el sello Debate, de la casa editorial Penguin Random House.

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Cuando pronunció la célebre frase de «el articulito», refiriéndose al cambio constitucional que permitiría la reelección presidencial en Colombia, Fabio Echeverri dijo que fue algo espontáneo que se le ocurrió durante una entrevista con Yamid Amat: «No preparo las entrevistas. Siempre improviso, basado en lo que siento y creo», dijo. Por esto, Echeverri Correa será recordado como el progenitor de la reelección en Colombia. Y así, con el uso de esta palabra en diminutivo, reafirmó su ascendencia sobre Álvaro Uribe y recobró el protagonismo que durante décadas tuvo en el país.

Tanto sus admiradores como sus contradictores estarían de acuerdo con que, a lo largo de toda su trayectoria, Fabio Echeverri Correa le hablaba de frente al país. Desde que asumió la Presidencia de la Asociación Nacional de Industriales de Colombia (ANDI) —ahora llamada Asociación Nacional de Empresarios de Colombia—, cargo que ocupó durante 18 años, el carácter vehemente y aguerrido que lo distinguió al defender sus ideales y combatir a sus detractores lo hizo célebre y le valió la enemistad de varios, pero también la admiración de muchos. Ese sello personal lo convirtió, indiscutiblemente, en el líder gremial que más incidencia y protagonismo ha tenido en la historia reciente de Colombia.


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Fabio Echeverri les hablaba claro a todos: a los empresarios, a los políticos, a los gobiernos de turno, a la sociedad, a las mafias y a los medios de comunicación, para mencionar solo algunos de sus interlocutores. Fue directo, provocador, crítico y polémico. Decía lo que pensaba sin temor a la controversia ni a que lo tildaran de agresivo. Es más, cuando era joven, en ocasiones este paisa, criado entre las fincas ganaderas de su familia en Antioquia, no tenía inconveniente en irse a los puños si consideraba que la provocación lo ameritaba. Al final de sus años recordaría que su mano derecha fue multada a raíz de un incidente de estos.

Como auténtico paisa, no tenía reparos en recurrir a la sabiduría popular ni a los adagios antioqueños para aludir a los asuntos más importantes del país; tampoco le importaba pronunciar frases aparentemente contradictorias, como aquella que usó para referirse al auge económico de los años noventa: «La economía va bien, pero el país va mal», un enunciado que desató una tormenta en el mundo económico y político del momento.

Su conocimiento de Colombia, su temperamento frentero y su capacidad de análisis lo llevaron a ser el candidato favorito para los cargos políticos más importantes del Estado. Sin embargo, él decía que nunca quiso ser ministro o presidente. El único que logró convencerlo de entrar a la política de nuevo, tras su paso por el Liberalismo en los años setenta, fue Álvaro Uribe Vélez, otro paisa que podría ser su hijo y quien, según Echeverri, le hizo una encerrona para nombrarlo jefe de su campaña. Fue así como Fabio se convirtió en gerente de las dos campañas presidenciales de Álvaro Uribe Vélez y en el más acérrimo defensor de su política de Seguridad Democrática. Echeverri gozó de tanta confianza que tuvo una oficina en el Palacio Presidencial, sin ostentar cargo público alguno. Pero también fue una presencia crítica dentro de los toldos del poder, además de que no le tembló la voz para pronunciarse en desacuerdo con un tercer mandato de Uribe; y se lo hizo saber.

Su inteligencia y astucia política le permitieron deambular por los pasillos del poder y sobrevivir con pocos rasguños, a pesar de las peleas que casó. Al final de su vida se recluyó en su finca de la sabana de Bogotá, donde se encargaba de la administración del predio y de la crianza de caballos de polo junto a su hijo, Luis Guillermo. Durante sus últimos años llevó una vida de familia tranquila, con su esposa Elena Mogollón y sus tres nietos. Presidió varias juntas directivas, como la de la Clínica Shaio, Ecopetrol y Telecom. En sus tiempos libres, este melómano siguió añadiendo títulos a las más de 40 000 canciones que había recopilado desde su juventud. Sus ganas de pelear se habían mermado, aunque todavía le mordía el anzuelo a periodistas que lo llamaban a picarle la lengua. Para quienes lo querían, su simpatía y sentido del humor siguieron intactos hasta el final.


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Este libro es el resultado de extensas conversaciones y entrevistas logradas a lo largo de varios meses con Echeverri Correa, entre 2015 y 2017. Cuando murió, el 28 de octubre de 2017, a sus 84 años, aún poseía una memoria prodigiosa que le permitía evocar con igual exactitud las cabalgatas realizadas a los cinco años por las fincas de su abuelo, su época de estudiante en Medellín y en Bogotá, y su prolija vida laboral como banquero, empresario, cafetero, ganadero y dirigente gremial. Recordó sus años de juventud, cuando era un trabajador infatigable que complementaba sus jornadas laborales con partidos de polo, viajes en avionetas piloteadas por él mismo o largas parrandas animadas por boleros y ron.

Con el sosiego y la capacidad de retrospección que confieren los años, Fabio Echeverri Correa hizo un recuento y un balance de su vida, se refirió a las críticas de algunos de sus contradictores y relató anécdotas y conversaciones que hasta la fecha había compartido con pocos, tales como su enfrentamiento con la mafia en Medellín; sus confrontaciones con el presidente López, quien, según él, quiso «patearle la butaca» cuando presidía la ANDI; su visión del legado de Uribe; así como su opinión acerca de los medios y los periodistas en el país. Esta es su versión como testigo, pero también como indiscutible protagonista de los hechos que han marcado la historia reciente de Colombia.

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