A diez minutos del corregimiento La Garita, en Los Patios, una casa hogar brinda oportunidades de formación académica, agropecuaria y tecnológica a la niñez y juventud campesina de la región del Catatumbo y zona rural de Norte de Santander desde el 2009: el Hogar Juvenil Campesino (HJC) El Amparo.
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Gracias a convenios con diferentes aliados como la Institución Educativa La Garita ofrecen asesoría pedagógica a los estudiantes y, con el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), apoyo tecnológico y agropecuario.
También manejan con la misma entidad una alianza para contar con un grupo de tecnólogos de manera interna en el hogar, quienes desempeñan sus prácticas allí mientras se forman en los diferentes ámbitos rurales que ofrecen.
Aunque este año no les ha sido posible tener estudiantes de manera presencial, debido a la virtualidad que demandó la pandemia, el lugar se ha mantenido gracias al reducido equipo que día a día lo embellece.
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“Por ahora no hay grupos internos en el hogar, sino que algunos practicantes vienen una o dos veces a la semana a aprender sobre la toma de muestras de suelos, la poda de un árbol y el cuidado de animales”, comentó Ricardo García, director del HJC El Amparo.
Si bien no son muchos los animales en El Amparo, cuentan con diversidad de especies, como bovinos, caprinos, conejos y un aproximado de tres o cuatro aves por especie, que facilitan el trabajo de campo y aprendizaje de los estudiantes.
“Las mismas circunstancias nos han relegado a trabajar con comunidades de la zona, pero quisiéramos retomar el trabajo con muchachos de la zona del Catatumbo, quienes, por motivos de la violencia en la región, sus familias encontraban aquí una manera de protegerlos”, apuntó García.
Las dificultades de la virtualidad
Los estudiantes que cuentan con los recursos tecnológicos han continuado su formación vía virtual, quienes no, han tenido como enlaces a los presidentes de Junta de Acción Comunal (JAC).
“Esperamos al siguiente año volver a funcionar como lo hacíamos antes, con al menos 20 o 30 muchachos. Mientras tanto hemos apoyado en asesoría de tareas de manera virtual, aunque algunos, sobre todo los de décimo y once, han desarrollado aquí sus proyectos de media técnica con el SENA”, señaló García.
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La meta del hogar es que, a medida que se recupere la cobertura educativa, ampliar de nuevo el cupo de estudiantes que lo requieran.
“Por ser zona rural, en algunos lugares se ha dificultado el aprendizaje. La conectividad no es igual en cada sector, en algunos no entran ni siquiera las llamadas, así que esos niños tuvieron que utilizar guías”, manifestó el director de la casa.
En cuanto a la granja, la ausencia de la mano de obra ha provocado un déficit, pues los encargados de cuidarla eran los mismos estudiantes, a la par en que ejecutaban sus proyectos.
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Sin embargo, contra todo pronóstico y las dificultades de la pandemia, el pequeño grupo que labora en el hogar ha logrado mantenerlo mientras regresa la normalidad.
“No es lo mismo cuando están los muchachos, ellos son un apoyo bastante importante y considerable”, agregó García.
Las épocas doradas
Antes de que el coronavirus llegara, los corredores naturales de El Amparo eran nutridos por el jovial entusiasmo y deseo de aprender el trabajo de campo de los 50 estudiantes que residían allí, y esa es la parte que más hacía sentir orgullosos a los docentes.
“Es lo más bonito y satisfactorio de este trabajo, darle la oportunidad a muchachos del Catatumbo y las zonas rurales, porque se integran diferentes culturas y puntos de vista de nuestro departamento”, dijo García.
Además de los tres pilares que guían el hogar: educación, agricultura y espiritualidad, la dinámica bajo la que funciona el sitio brindaba a los jóvenes la autonomía para su vida, al prepararlos para el futuro en diferentes ámbitos.
Un lugar que se mantiene a sí mismo
En infraestructura, El Amparo cuenta con un salón múltiple para eventos, una sala de computo, dos aulas con capacidad para 30 estudiantes, dormitorios para hombres y mujeres y, en la zona agropecuaria, cultivos de cítricos, guanábanas y una granja con espacio para cerdos, conejos, pavos reales y comunes, gansos, gallinero, banco de proteínas, huerta casera y un apiario.
“A veces no tenemos más extensión en cultivos por los problemas con la disponibilidad de agua, sobre todo en tiempo de verano, cuando la quebrada se seca”, comentó el director del sitio.
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La idea de mantener los cultivos y los animales, además de servir como medio de preparación práctica para los estudiantes, ayuda a generar ganancias que sustentan el funcionamiento del hogar.También se ejecutan proyectos con aliados como la Gobernación de Norte de Santander, la Fundación Amparo de Niños de Cúcuta, Fundación Hogares Juveniles Campesinos, Secretaría de Agricultura, entre otros.
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