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¿Somos una nación?
La cuestión es algo más de fondo: ¿Qué queremos hacer de Colombia los ciudadanos?
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Domingo, 25 de Mayo de 2025

En estos tiempos de controversias, incertidumbres y violencias yo creo que pasan a segundo plano las actuaciones del gobierno. Insistir en su inoperancia, en la irresponsabilidad de sus decisiones, en el despliegue de la corrupción oficial y otros graves defectos no conduce a nada, porque el único objetivo del presidente es ganar las elecciones a cualquier precio sin importarle la suerte del país. Y es muy probable que las gane.

La cuestión es algo más de fondo: ¿Qué queremos hacer de Colombia los ciudadanos? ¿Tenemos un objetivo común o, siquiera, tenemos conciencia de ser una nación? Porque nuestro país es el que hemos construido entre todos desde que se fundó. Y a fe que no es muy satisfactorio.

Varios tratadistas han insistido en este problema, y no me resisto a citar al David Bushnell que afirma: “Es por lo tanto un lugar común decir (y los colombianos son los primeros en afirmarlo) que el país carece de una verdadera identidad nacional, o de un espíritu nacionalista propio…”. “Y el carácter nacional, si se puede aseverar que tal cosa existe, es un agregado de rasgos a menudo contradictorios”.

Pedirle al actual presidente que analice estos conceptos es inútil porque su interés verdadero no es gobernar sino apoltronarse en el poder. Y creer que sus actuaciones podrían conducir a Colombia por la vía del progreso es una ingenuidad que se deshace con identificar a sus más cercanos colaboradores, que él ha escogido cuidadosamente para sus aviesos propósitos.

¿Cómo llegamos a este lamentable estado? La respuesta no es fácil, pero podemos intentar algunas consideraciones. Lo primero es señalar que desde la Constitución del Socorro de 1810 hasta la de 1886 expedida en el gobierno de Rafael Núñez, en Colombia rigieron 24 constituciones de todas las tendencias, con cambios en el régimen electoral y, algunas, con nombre propio; y a la Constitución de 1991 ya se le han hecho incontables reformas. Lo anterior por la creencia de que con leyes todo se arregla, pero con la consecuencia de que la inestabilidad legal impide la maduración de las instituciones a las que se les modifica de acuerdo con las doctrinas de moda, tanto que en varios casos ni siquiera se reglamentan las normas.

Creo que el más grave de todos esos cambios es el del sistema electoral que ha conducido, casi, a la inexistencia de partidos políticos que deberían canalizar la opinión ciudadana y conformar los equipos gubernamentales para ejecutar los programas triunfantes. Aquí, por el contrario, se conforman asociaciones políticas para cada elección, sin programas, sin jerarquías, sin democracia interna, de suerte que el que triunfa llega a improvisar o a ponerse a disposición de quienes lo han ayudado a elegir.

Por eso no hay proyectos gubernamentales de largo plazo, ni obligación de atender a la comunidad que votó por el vencedor, ni responder por sus actos. Pero, lo más dramático es que la ciudadanía es indiferente al devenir político porque considera que ese es un campo exclusivo de unos cuantos privilegiados que sólo buscan su beneficio personal. Y que lo único que se puede hacer es acercarse a ellos para que les arrojen algunas migajas de lo que han atesorado. Triste realidad.

ramirezperez2000@yahoo.com.mx


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