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Columnistas
Ni solos ni subordinados
Hay una fragmentación del mundo económico unipolar, con Estados Unidos como la potencia dominante.
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Jueves, 11 de Septiembre de 2025

En el mundo, incluida Colombia, estamos, desde hace ya casi cuarenta años viviendo unos procesos, que le han abierto el escenario a realidades y transformaciones en los ejes del poder y en la organización de la economía y la producción, que han minado el viejo orden, mientras que el nuevo aún no acaba de consolidarse. Los países socialistas de obediencia soviética, se transformaron y Putin con su pretensión de nuevo zar, ha buscado reconstituir la Rusia zarista que murió en la Revolución de 1917. En Occidente, durante la Primera Guerra Mundial, se consolidó el poder norteamericano que, veinte años después, luego de la Segunda Guerra, consagrará la hegemonía del capitalismo norteamericano el cual, luego de la desintegración de la Unión Soviética en los ochenta, se extenderá al otrora bloque socialista; China mientras tanto, en una experiencia única en la Historia, en el breve lapso de medio siglo e impulsada por las reformas de Deng Siao Ping, luego del fracaso del socialismo de Mao, transformó  un imperio milenario en una experiencia inédita, la de una especie de capitalismo maoísta, con fuertes rasgos de capitalismo de Estado, único y exitoso.

Tanto Rusia como la China en ascenso y los Estados Unidos, cuya época de dominio empieza a ser  cosa del pasado, están configurando un mundo multipolar, donde es el poderío económico el que garantiza el control de los mercados y de las estructuras productivas; ya no necesitan  tomarse el poder o  controlar el territorio, como en el viejo imperialismo. Hoy el asunto es de puro poder económico para controlar los mercados de productos, de materias primas,  de servicios, de energía y de recursos naturales; en una palabra, el objetivo es el control de los mercados y no del Estado. Hoy las industrias están desterritorializadas, ya no son nacionales y se localizan donde sean más eficientes, donde tengan menores costos de materias primas, de energía y de mano de obra; su interés es controlar la producción, no el territorio. Como resultado, la geografía económica ya no se corresponde con la física, con unos linderos nacionales.

Hay una fragmentación del mundo económico unipolar, con Estados Unidos como la potencia dominante. La unipolaridad del sueño trumpista, es concentrar las inversiones de capital norteamericano, hoy dispersas en el mundo en la búsqueda de las condiciones más favorables. Trump pretende recuperar el poder del país, concentrando territorialmente ese capital y esas inversiones de capital norteamericano, que se habían dispersado por el mundo, buscando mayores utilidades, con el propósito de ponerlas al servicio de los norteamericanos (“americano compra americano”). En su sueño, el resto del mundo sería, el gran mercado para los productos “made in USA”, al concentrar en su territorio las inversiones norteamericanas que se habían dispersado por el mundo. Ese sueño lo que logra es abrirles posibilidades a las inversiones e intereses económicos de chinos e indios que, con su creciente capacidad económica, necesitan mercados para su producción y unas economías dinámicas para colocar sus recursos y su capital excedentes, como inversiones directas y como créditos.

Ese nuevo escenario multipolar, abre posibilidades para nuestras economías, la colombiana y la latinoamericana. Unidos y organizados podemos aprovechar las posibilidades que nos ofrecen nuestros propios mercados en expansión, aprovechando las experiencias que tuvimos hace treinta años con los proyectos y el desarrollo de un mercado regional andino y latinoamericano, y las posibilidades de que, unidos podamos afrontar exitosamente las posibilidades que ofrece un mercado internacional multipolar, con múltiples actores. No es una experiencia para copiar sino para estudiarla y ajustarla, y así aprovechar las oportunidades que ofrece un mercado, un escenario internacional que se abre, ofreciendo nuevas oportunidades.

Increíble, pero los sueños trasnochados de Trump pueden, sin proponérselo, abrir e impulsar los nuevos caminos del multilateralismo que va forjándose. Es, si nos organizamos con visión estratégica y no de búsqueda del pequeño interés inmediato, la gran oportunidad para construir la patria grande latinoamericana, con la que soñó Simón Bolívar, el latinoamericano gran e incomprendido.


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