En el afán de no perder su condición de serviles no faltan colombianos entregados a los dictados de quienes desde otras latitudes en el exterior quieren someter a la nación a los vejámenes de su poder en función de sus abyectos intereses. Son los cipayos que celebran todo cuanto sea negativo para el país. Son los cómplices dedicados a aplaudir los abusos del presidente Donald Trump que le ha declarado una acérrima enemistad.
Esos cipayos utilizan todas las formas de agresión en ejercicio de una oposición tóxica al gobierno, dado que no tienen capacidad para pensar con lucidez.
El presidente Trump y sus lacayos están utilizando todo su poder como garrote contra Colombia. En ese afán violan las garantías consagradas en el derecho internacional. Incurren a diario en crímenes de guerra como los que están cometiendo en áreas marítimas del Caribe y el Pacífico con el pretexto de luchar contra el narcotráfico, cuando la verdad es que su criminal estrategia busca otros objetivos. Ellos se creen todopoderosos para saltar por encima de los principios democráticos. Y esas acciones tienen la aprobación de los cipayos colombianos. Incluso se han ido a las sedes del poder en Wahsington a expresar su beneplácito.
Los cipayos, claro está, son escuchados en Estados Unidos. Operan como enlaces de la perversión, con lo cual buscan réditos electorales, creyendo que navegando esas aguas turbias volverán al poder. Esa audiencia con que trafican puede tener resultados en beneficio de sus patrones, pero con lo mismo labran su descrédito por cuanto no pueden ocultar su traición a la patria, aunque esto les importe poco.
De todas maneras, los cipayos cargarán el lastre de su traición y esta situación se les convierte en un laberinto para siempre, o sea un peso de culpa irreversible.
En lo que respecta a Estados Unidos, revive su opulencia imperialista, dejando de un lado su identidad democrática. Su énfasis en el poder de las armas, con fines belicistas desnaturaliza su autoridad ante la comunidad internacional. El respeto ganado se degrada y su poderío económico puede volverse frágil. Tampoco le da muchos méritos el patrocinio del mercado de secuaces, que es una forma de esclavismo político. Semejante engranaje de servilismo no puede ser prenda de honor para nadie, así le sirva a sus traficantes para revivir las cadenas del colonialismo de tan ingrata recordación.
Ahora que Colombia está en un nuevo proceso electoral esto de los cipayos debe tomarse en cuenta. Hay que identificar a quienes han caído en esa mezquina situación, a los que aplauden la abusiva descertificación dictada por las equivocaciones en la Casa Blanca en la lucha contra el narcotráfico. También poner al descubierto a los aspirantes a gobernar a la nación que se alían con los depredadores de la soberanía nacional. ¿Cómo puede ser que alguien interesado en tener el manejo de la nación acolite las acciones destinadas a quitarle su independencia? Es un tema prioritario en el debate para generar conciencia entre los ciudadanos que eligen.
Puntada
Pierde legitimidad el proceso electoral en curso si el Consejo Nacional encargado de su ejecución se empeña en desconocer las garantías que le dan transparencia.
ciceronflorezm@gmail.com
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