Hoy escribo sobre un estado al que Colombia no llega hace mucho, pero que todos soñamos recuperar: el júbilo verdadero, el que nace de la esperanza y la unidad, y no de la venganza ni del odio.
Sé que algunos sienten júbilo por la partida de Miguel Uribe Turbay. Los más atrevidos lanzan comentarios como: “¿Cuáles fueron las obras que Miguel hizo por los pobres?” o “Toda actividad tiene un riesgo”, restándole gravedad a lo ocurrido. Es la cara más oscura de nuestra sociedad: celebrar la muerte de un compatriota, sin importar las diferencias políticas. Y sí, hay que leer esas frases, rechazarlas y ponerles nombre y apellido, porque son manifestaciones de odio incapaces de respetar un duelo.
Reconozco que la oscuridad es fuerte en este momento. Sin embargo, Colombia todavía tiene mucho más para dar. Tiene ciudadanos capaces de encontrar en la vida, y no en la muerte, las razones para celebrar. El verdadero júbilo que merecemos no vendrá de ver caer a quienes piensan distinto, sino de construir juntos algo que nos devuelva la dignidad, la paz y la ilusión.
Necesitamos dejar atrás esa oscuridad y comprender –todos, de izquierda, derecha y también del centro, aunque algunos nieguen que exista– que el luto que se vive en el país es real, que no fue un “autoatentado que salió mal”. Necesitamos ser capaces de reconocer la crueldad y negarnos a amplificarla, frenarla en seco.
La tragedia no puede convertirse en trinchera política. Y la frivolidad con la que influencers y opinadores de distintas orillas políticas aluden a estos horribles sucesos tampoco puede normalizarse.
Ojalá que, en medio de esta oscuridad, podamos ver que el país está caminando hacia un abismo —un modelo escandalosamente parecido al del chavismo venezolano— y que allá nunca encontraremos júbilo, solo luto y despedidas forzadas. El día que olvidemos esto, habremos cruzado la última frontera antes de perder el país que aún podemos salvar.
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