El juego democrático es de vaivenes. Un día surge una propuesta política como alternativa de gobierno y al día siguiente se convierte en gobierno. Si las concepciones democráticas se aplicaran como debería ser no habría mayor fortaleza para estas que un revisionismo y alternancia permanente de los gobernantes cuando defraudan a sus electores. Si la democracia es igualdad ciudadana y prevalencia de la ciudadanía sobre el poder político entonces no deberían haber temores a que esta se activara.
Es indudable que cuando estamos frente a una posibilidad ciudadana en campaña como alternativa política la concepción democrática más idónea es aquella que defiende una dialéctica política en la que incrementar los niveles de participación es un meta-valor. Hacer ver los riesgos de la abstención electoral de una gran masa de ciudadanos hábiles para votar en cualquier elección es siempre defendida.
Sucede lo contrario cuando sé es gobierno. En este caso, la concepción democrática más defendida es aquella que usa una dialéctica política de bienestar para legitimarse ante los ciudadanos, pero en este punto se parte de más limitaciones en cuanto a competencias y decisiones posibles para tomar. El gobernante teme más las consecuencias de sus actos y por ende ve con suspicacia una reacción de inconformidad ciudadana con el paso del tiempo. En otras palabras, se impone una concepción más conservadora de la democracia.
En Cúcuta se plantea una revocatoria del mandato al Alcalde sin precedentes no solo en la ciudad sino a nivel nacional. Con la excepción de la revocatoria fallida en Ocaña hace unos años no existen casos tan avanzados de activación de este instrumento de participación ciudadana contemplado en la Constitución y que existe precisamente para generar mayor democracia directa y participativa en la sociedad.
Cuando quiera que se activa este mecanismo democrático de revocatoria del mandato las causas son siempre relativas y subjetivas. Cada ciudadano en el seno de su racionalidad debe determinar la conveniencia o no de su activación. Lo que no puede perderse de vista es que por su esencia natural la figura de la revocatoria del mandato, así como la de cualquier otro mecanismo de participación ciudadana es eminentemente política. No hay que caer en eufemismos para llamarla de otra manera y eso no le quita la trascendencia democrática a la misma.
Son muchas las concepciones de la democracia que se podrían traer a colación para fundamentar esta figura de la revocatoria. Sin embargo, más allá de defender su contexto particular en el caso de Cúcuta se debe defender es su trasfondo: consolidar la cultura política de que la ciudadanía siempre tiene la posibilidad de recuperar el mandato entregado al gobernante cuando quiera que se vean situaciones administrativas de inoperancia, corrupción y descontento social.
En ese sentido, en el tema de la revocatoria en Cúcuta se empiezan a exacerbar los ánimos de manera dramática entre diferentes sectores políticos y sociales encontrados. No es correcta esa división ciudadana entre buenos y malos. Ni los que defienden al Alcalde Yáñez son los buenos ni los que promueven la revocatoria son los malos. Al final de seguir aumentando esta polarización solo el municipio y los cucuteños sufrirán las consecuencias.
El Alcalde Yáñez debe ser el primer garante de que la revocatoria se dé con las condiciones que establece la Constitución y la Ley. Al final, es más probable que salga él y su administración fortalecidos, con la posibilidad de corregir el rumbo pero dejando la enseñanza de que la cultura democrática de participación siempre será importante.
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