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El viejo Fidel
Fidel no está listo para aceptar la normalización de las relaciones cubano-norteamericanas buscadas por Obama.
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Sábado, 2 de Abril de 2016

Era más de lo que Fidel podía resistir: el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, de visita en la Habana, dictándole a la población cubana y a su régimen lecciones sobre democracia y derechos humanos, en un discurso que fue transmitido a toda la isla por la televisión. Se le salió la chispa y escribió para Granma un artículo que pretendía ser irónico, pero que resultó penosamente incoherente.

Para entender el artículo de Fidel, y sus frases sueltas y desconectadas, tuve que regresar a leer el largo discurso de Obama. Comenzó poéticamente, recordando el famoso poema de José Martí, Cultivo una rosa blanca. Dijo que así como Martí presentó una ofrenda de amistad tanto a amigos como enemigos, “como Presidente de Estados Unidos de América, le ofrezco al pueblo cubano el saludo de paz”. Más adelanté, puso de presente que había venido a Cuba  “para enterrar el último resquicio de la Guerra Fría en el continente americano”.

Fidel respondió agresivamente a este saludo de paz, citando una frase del líder negro Antonio Maceo: “Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”.

Obama no solamente puso de presente las similitudes en la conformación de sus poblaciones negras y los valores comunes de cubanos y norteamericanos, sino las diferencias en sus formas de gobierno, sus economías y en el funcionamiento de sus sociedades: “Cuba tiene un sistema de un solo partido; Estados Unidos es una democracia de múltiples partidos. Cuba tiene un modelo económico socialista; Estados Unidos es un mercado libre”, dijo.

A pesar de que Obama afirmó rotundamente que los Estados Unidos no tienen la capacidad ni la intensión de imponer cambios a Cuba, como respuesta, Fidel recordó la fracasada invasión promovida por los Estados Unidos a la Bahía de Cochinos y el enfrentamiento con el régimen sudafricano en Angola y otros países, el que de acuerdo con el dirigente cubano fue dotado de armas nucleares por los norteamericanos. Concluyó sugiriéndole a Obama que más bien reflexione sobre esos capítulos de los enfrentamientos entre sus dos países y que “no trate ahora de elaborar teorías sobre la política cubana”.
A la invitación del jefe de estado norteamericano para dejar atrás el pasado, y mirar hacia el futuro, “un futuro con esperanza”, Fidel repostó que esa frase hubiera podido causar un infarto a todos los que la escucharon, después de 60 años de “un despiadado bloqueo”.

Claramente Fidel no está listo para aceptar la normalización de las relaciones cubano-norteamericanas buscadas por Obama y acogidas por su hermano Raúl Castro, bastante más pragmático. Mientras Raúl parece ser consciente de la urgente necesidad que tiene Cuba de prepararse para la implosión de Venezuela, por muchos años su principal apoyo económico y político, Fidel todavía piensa que su país es capaz de producir los alimentos y las “riquezas materiales” que necesita. Mientras Raúl se acerca a los Estados Unidos y acepta la cooperación ofrecida por su gobierno en agricultura, tecnología, turismo  y otras áreas, Fidel agresivamente afirma que “no necesitamos que el imperio nos regale nada”.

La respuesta destemplada de Fidel no logró empañar el éxito de la visita de Obama a Cuba, sus esfuerzos de proseguir en la normalización de las relaciones entre los dos países, y su insistencia para que el congreso norteamericano finalice, de una vez por todas, con un bloqueo que fracasó en el logro de sus objetivos y le causó daño a la población cubana.

Confieso que, hace muchos años, quise conocer a Fidel. El Fidel vigoroso, el joven revolucionario, aparentemente idealista y de verbo fácil. Con el correr del tiempo y cuando su vocación dictatorial y el tratamiento inhumano a la oposición resultaron inocultables, me desilusioné totalmente. Este dirigente, con pies de barro, no dudó en sacrificar a la población cubana en aras de la defensa de una ideología fallida. El mismo Fidel, de manera  horriblemente tardía, parece reconocer su falta de preparación para dirigir los destinos de su país, cuando en el mismo artículo, afirma que “ninguno de nosotros está diseñado para el papel que debe asumir en la sociedad revolucionaria”.

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