
Fue aprobada la reforma laboral en el Congreso de la República, quedando, en el momento de escribir está nota, la conciliación que considero será un trabajo de carpintería sin sobresalto alguno.
Se recuperaron algunos puntos favorables a los trabajadores que, en su momento, como me he cansado de decirlo, fueron eliminados de un plumazo en el gobierno del señor Uribe.
No fue fácil, claro que no, el Congreso se vio presionado con la amenaza de una consulta popular, que, sin ese ingrediente los trabajadores jamás los recuperarían, fue un avance nada más.
Y no me vuelvan a acusar de petrista. Cada vez que trato de ser objetivo, con el furioso fanatismo que envuelve el territorio nacional, de derechistas e izquierdistas, me matriculan según mis planteamientos en uno o en el otro bando.
Perdió su esencia la propuesta de consulta presentada por el señor Petro al Senado. Por eso fue hundida y queda sobreviviendo el decretazo que correrá la misma suerte por cuenta de las Altas Cortes que de seguro, ahora dándomelas de leguleyo, será un fallo inconstitucional o ilegal según la Corte que lo asuma, el Consejo de Estado o la Corte Constitucional. El procedimiento para llevar a cabo una Consulta Popular está determina por la ley explícitamente y un gobierno democrático respetuoso del Estado de derecho y la separación de poderes no se puede abrogar esa competencia absoluta a no ser que se proclame desde ya como una dictadura.
No se puede ni se debe instaurar en Colombia la política de la amenaza ni del chantaje para que funcionen dizque armónicamente las ramas del poder público, es necesario desarmar y armonizar la palabra como lo propiciara la Iglesia católica en convocatoria de los representantes de las Instituciones del Estado colombiano. El consenso debe primar en las principales decisiones que afecten al pueblo, resolviendo los conflictos políticos y sociales en santa armonía.
Pero no a la usanza del señor Roy Barreras, alfil del señor Petro y próximo candidato presidencial, del petrismo y del señor Juan Manuel Santos, quién en sus primeras declaraciones a la FM de RCN, al mejor estilo del extinto Pablo Escobar, afirmó que, si la derecha gana las elecciones presidenciales el próximo año, el país se incendiaría en unas mayores proporciones que las vividas en el gobierno de Iván Duque. O sea, los bodegueros entrarían en acción azuzando a los perros de la primera línea a acabar con la infraestructura del país, el caos total, sentenciado por el señor exembajador Barreras.
La opinión electoral de los pueblos se mueve como la ley del péndulo, cuando están anclados en un comportamiento extremo, lo abandonan para explorar el lado contrario, eso sucedió, cansados de la extrema derecha, los votantes se arrimaron a la extrema izquierda y ya vemos lo que nos está sucediendo: corrupción más descarada, despilfarros a manos llenas de los dineros públicos, inseguridad desbordada, aumento del narcotráfico, violencia generalizada, ineficacia gubernamental, desvergüenza e inmoralidad pública.
Para las próximas elecciones presidenciales muy seguramente se vuelva a mover el péndulo, pero para un gobierno moderado, sin extremismos, el pueblo está cansado de la polarización actual arropada de pura charlatanería de promesas incumplidas.
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