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Por los barrios
El ‘Uyuyui’ de Cúcuta que la polio no derrotó
Enrique Armando Castilla, en silla de ruedas desde los dos años, convirtió su trimoto en una valla sonora.
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Leonardo Oliveros
Leonardo Favio Oliveros
Lunes, 10 de Diciembre de 2018

A los dos años de edad sufrió de polio, el virus lo condenó a una silla de ruedas, pero aprendió a no ver su discapacidad como un obstáculo. Tiene 71 años y se gana la vida en una trimoto, rondando las calles de Cúcuta, como anunciador publicitario, con mensajes sonoros. 

Él es Enrique Armando Castilla o ‘Uyuyui’, como le dicen de cariño, porque canta y toca guitarra y cada vez que lo hace dice esta frase, que es su tarjeta de presentación: “¡Uyuyui! ¡Gózalo, morena!”.

Es oriundo de Ocaña fue traído a esta ciudad siendo muy niño. Se quedó, se casó y un hogar formó, en el que se dieron tres hijos. 

Vive en la calle 10 del barrio Motilones y por estos días su medio de transporte y de trabajo llama la atención, pues está vestido acorde a la época decembrina y hasta instaló un pesebre en el vehículo.

“Estamos en Navidad… no pierdo la esperanza de que mi Diosito lindo y mi Divino Niño Jesús algún día se acuerden de mí, me levanten y me pongan a caminar de nuevo. Llevo 47 años armando el pesebre en el vehículo. También hacemos la Novena de Aguinaldos en la casa con los vecinos”, agregó.

Para Castillo, su trimoto ha sido fundamental para salir adelante. Ataviada con cuatro cornetas y una consola, el carro se convierte en una valla sonora. Se conoce casi toda la ciudad, debido a que con ese “rebusque” ha recorrido muchas barriadas.

Manifestó que nunca ha visto su problema de movilidad como un impedimento, pues es “uno mismo quien se impone la discapacidad”. 

“A mí me iba a quitar la pierna izquierda hace 12 años, por el fuerte dolor que me da. Un fisiatra me recomendó no operarme, porque eso me iba a golpear el autoestima y me dijo: ‘No te quejes, quédate con la pierna y con el dolor’”.

El 16 de enero cumplirá 72 años y desde ya Enrique Armando Castilla pide como regalo de Navidad seguir teniendo energía para continuar transitando las calles de la ciudad que lo adoptó, pese a que su infraestructura no sea amable con las personas con discapacidad.

“Nosotros, los discapacitados, en Cúcuta desgraciadamente no tenemos un transporte adecuado. Voy a tomar un taxi y me dice el conductor que no puede llevarme, porque tiene el baúl del carro lleno y no cabe la silla de ruedas. O que me lleva a mí, pero no la silla, porque el patrón le tiene prohibido echar sillas de ruedas. O me cobran -caro- como para no llevarme. Estamos discriminados”.

Desea que en esta época decembrina las personas “no se olviden de ser humanos”, pues “no hay gesto más hermoso que ver a los niños y los vecinos sonreír” y de esta manera haya paz en cada hogar. 

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