Allá arriba en aquel alto, donde nace la quebrada, había un monte muy bonito y el agua nunca faltaba. Pero un hombre irresponsable, tumbó el monte y lo quemó, ya no hay pájaros ni leña, la cañada se secó. La gente al verse sin agua, matas de monte sembró, volvieron los pajaritos y el agua también volvió.
Cantando, así comenzó un ameno diálogo con Daniel Fernando Chica, el profesor Yarumo, ícono de la cultura cafetera colombiana. Él, con gran simpatía, compartió con los cucuteños en la Fiesta del Libro de Cúcuta, degustó el café nortesantandereano y disfrutó de un granizado, ideal para el calor de la frontera.
Él es el tercer profesor Yarumo desde que la Federación Nacional de Cafeteros creó el programa en 1985, con el objetivo de estimular la educación, capacitar a extensionistas y motivar a los cafeteros del país, uno de los sectores más dinámicos de la economía.
“El anterior profesor, Carlos Armando Uribe, cambió de cargo en la Federación, se abrió la convocatoria y se postularon 176 personas. Tras pruebas y pruebas, quedé entre los cinco finalistas, ahí se encartaron porque quedé yo y desde entonces han pasado más de seis años”.
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¿Qué significa encarnar al profesor Yarumo?
Una enorme responsabilidad, una gran bendición y felicidad. El profesor representa a los más de mil hombres y mujeres extensionistas de la Federación de Cafeteros, hacemos investigación y acompañamos a las familias en sus empresas, juntos construyendo y produciendo café sosteniblemente.
¿De dónde viene su conexión con lo ambiental?
Toda la vida he sido caficultor, campesino y montañero, criado en cafetales. Mi abuelo tenía 30 mulas, las vendió y se compró una finca cafetera. Él y mis padres me inculcaron el amor por el campo.
¿Los primeros cafetales que conoció?
Eran arábigos, grandes, viejos. Mi abuelo ponía en práctica todo lo que le enseñaban, recuerdo que luego los cambiamos por caturra y ahí empecé a enrolarme en la caficultura. Las variedades que vinieron después fueron castilla y Colombia. Los resultados fueron excelentes al cultivar teniendo en cuenta el análisis de suelos.
¿En sus recorridos qué historia lo ha impactado?
La de Luis Enrique Rodríguez, un caficultor de Norte de Santander que no puede usar sus piernas para caminar. Uno llega a su empresa cafetera y ve tecnología de última generación, la actitud que tiene es impresionante y motiva.
¿Dónde se ha tomado el mejor café?
En Colombia, en cualquier región, siendo tan diferentes tenemos el mejor café.
¿Cómo prefiere el café?
En lo único que soy creído en la vida es para tomar café. Me acostumbré a tomarlo con diferentes métodos de preparación. Me gusta llegar a la finca, a la empresa cafetera y buscar café tostado en el fogón de leña, para ponerlo en aguapanela hirviendo, es delicioso.
¿Cómo describe el aroma del café?
Huele a nueces, a chocolate y a panela. Evoca el trabajo de seres humanos excepcionales que son las familias caficultoras, ese café es el esfuerzo de más de 550.000 familias de todo el país, que producen café en casi 900.000 hectáreas y dinamizan la economía.
¿A los caficultores de Norte que mensaje les envía?
Los campesinos somos los primeros en sentirnos orgullos de ser quienes somos. Hay que entender que la labor que hacemos es fundamental. Se debe potenciar el trabajo en equipo para que siga existiendo garantía de compra. El café representa a la cultura colombiana en el exterior.