La sonrisa de Yerson es de admirar. Sus ganas de luchar son ejemplo. Su ánimo lo contagia a cualquiera.
Está acostado en la cama 8 de la unidad de cuidados intensivos (UCI) del Hospital Universitario Erasmo Meoz. Apenas le saludan, siempre responde igual: estoy muy bien, gracias a Dios.
Es el consentido de las enfermeras y doctores del área. Yerson Orlando Peñaloza Delgado, de 33 años, es el paciente más antiguo de la UCI. Lleva 153 semanas (desde mayo de 2016) recluido en este servicio de alta complejidad.
Son casi tres años viviendo en el mismo espacio, el cual no puede dejar porque su vida depende del aparato de ventilación mecánica asistida, que tiene conectado a su traqueotomía.
En su último cumpleaños, el pasado 5 de abril, fue sorprendido por el personal de la UCI que a las 12 de la medianoche lo despertó con una torta, globos y música para festejar su vida. La vida de luchador que tiene.
“Luego, en la mañana, me bajaron para el primer piso, donde me celebraron mi cumpleaños y vinieron mis familiares y amigos”, dijo con una sonrisa gigante en el rostro.
El diagnóstico escrito en el informe de Yerson, que sobrepasa las páginas de un paciente convencional en UCI, que en promedio está una semana, dice que sufrió una cuadriplejia secundaria por heridas por arma de fuego, con sección de la médula ósea.
Esto quiere decir que es un paciente con un diagnóstico crónico. Sin embargo, a diario pide sus terapias porque sostiene que volverá a caminar.
“Antes me hacían más terapias, me sacaban a ver el mundo, pero ya eso no pasa”, dijo el cucuteño que solo puede mover la cabeza, y a pesar de ello no quiere dar lástima, sino ser motivo de superación para los jóvenes.
Paola Jaramillo, una de las enfermeras del área, es la pareja de baile de Yerson Orlando, a quien le encanta la salsa. El gusto por la música y las ganas de divertirse y sonreír le brotan por cada poro de la piel.
Por las noches observa las noticias de la ciudad en un televisor de 32 pulgadas que tiene en el frente de su cama, a la que se ha aferrado así como lo hacen sus pulmones al ventilador mecánico en cada respiro que da.
A un lado de la tele están las fotografías de su amor y motivación para seguir luchando: su hija Anny Mayorlay Peñaloza Trujillo, de 7 años. “Yo la cuido, no me gusta que entre en la UCI porque en estos sitios médicos hay muchas enfermedades y bacterias”, dijo mientras miraba el rincón de su consentida.
Su día arranca bien temprano con la visita de las enfermeras para chequear sus equipos, su tensión y los parámetros generales. Allí es bañado y vestido; siempre pide que por favor le coloquen gel fijador de cabello, porque le encanta estar bien peinado.
Luego viene la visita médica y del especialista cuando lo requiere. Además, diariamente recibe la otra parte del tratamiento: el cariño y el amor de su padre, Luis Alfredo Peñaloza, y su madre Luz Marina Delgado, quienes lo visitan sin cansancio.
“En la recuperación del paciente, de su bienestar mental, la compañía de su familia es positiva para él”, afirma Nidia Hernández, jefe de enfermería.
Yerson sueña y guarda la esperanza de verse caminando, a pesar de que el diagnóstico médico indique que su padecimiento es irreversible. “Con el favor de Dios voy a caminar, es lo que quiero”, sostiene con certeza en cada conversación.
“Sus hermanas, Wendy y Karime Peñaloza Delgado, vienen, lo acompañan, y así contribuimos a que Yerson evolucione cada día más”, asegura Luis Alfredo Peñaloza, su padre.
Su papá también precisa que lo que la familia quiere es tenerlo en casa, y que le reactiven las terapias físicas y respiratorias diarias con las cuales venía evolucionando. “Ya el cuarto se lo acondicionamos, solo espera por él, pero desgraciadamente en la ciudad, en pleno siglo XXI, no hay una entidad que preste ese servicio”, dice.
Navidades, cumpleaños y demás días especiales los ha pasado en el hospital, donde ingresó por urgencias de adultos el 8 de mayo de 2016 con dos disparos de bala, uno en la parte posterior del cerebro, que le ocasionó la pérdida de la visión del ojo derecho; y el segundo en la médula espinal. Este último es la causa de su cuadriplejia.
Luego de entrar a urgencias y a cirugía, fue llevado al segundo piso del Erasmo Meoz, donde fue recibido en la cama 3 de la UCI; luego fue pasado a la cama 8, que hoy ocupa.
El caso de Peñaloza es subsidiado, es un paciente del Instituto Departamental de Salud (Ids).
El progenitor asegura que lo quieren en su casa porque la UCI es un espacio de cúmulo de bacterias.
Sin embargo, indica el papá que hace tres semanas en el último consejo médico se acordó que Yerson podía ser trasladado a una habitación del hospital, pero la familia aún aguarda por el traslado.
“El escenario ideal sería tenerlo en casa, por eso le pedimos a las autoridades que nos ayuden a darle una mejor calidad de vida. Cuando ha podido bajar al primer piso del hospital dice que vuelve a ver el mundo”, señala el pariente que no pierde la fe de que las autoridades les ayuden.
Otro caso
A tres cubículos de Peñaloza Delgado, justo en la cama 11, está Ciro Alfonso Duque Peña, de 49 años, quien padece secuelas de una esclerosis amiotrófica y una insuficiencia respiratoria.
Él está en la UCI del Meoz desde el 30 de octubre del año pasado, pero ya venía de estar por un par de años en otras unidades de cuidados intensivos de centros de salud de la ciudad, porque al igual que Yerson, su respiración depende del ventilador mecánico.
Carolina Salcedo, enfermera del área, explica que Duque Peña es un paciente consentido, y al que a diario le hacen sus terapias.
La familia de Ciro Alfonso vive en Pamplona y ha querido llevárselo hasta allá, pero les ha sido imposible por lo indispensable que son los equipos para la vida de él.
Ellos dos son los pacientes que tienen más tiempo en la UCI. Estas son sus casas y el personal ya forma parte de su familia, como el mismo Yerson lo dice.
Ciro no puede hablar, pero las enfermeras le leen los labios y conversan con él. Es amante de escuchar música en el televisor que tiene en frente, con el que se distrae todo el día.
Balance médico
El coordinador de la UCI, Norberto García Romero, explicó que a pesar de que estos pacientes tienen patologías crónicas, en ambos casos pudieran estar tratados desde sus casas.
Sin embargo, detalló que en Cúcuta no existe una Ips que tenga habilitado el servicio de manejo de pacientes crónicos con ventilador.
“Si en la ciudad existiera este tipo de Ips, si pudieran estar manejados por una en sus domicilios, con un ventilador portátil, podrían tener mejores condiciones en compañía de sus familiares”, precisó el especialista.
Detalló que este servicio existe en ciudades como Bucaramanga y Medellín, la primera de ellas es una opción para estos dos pacientes, pero implicaría el traslado completo de la familia a estas zonas. Con este servicio, el equipo de médicos involucrados en cada caso visitaría a los pacientes diariamente en sus casas. Algo que en Cúcuta, por ahora, no es posible.