Una comunidad unida que reside en sana convivencia en un sector de la ciudadela Juan Atalaya. Así es como Sandra Contreras, habitante del Portal de las Américas desde su fundación, recuerda a su barrio como si hubiera sido ayer cuando llegó por primera vez hace 23 años.
La mitad de las viviendas fueron adquiridas por compra a la constructora Torralva Ltda., las otras por subsidios gestionados a través del Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana (Inurbe).
El barrio está distribuido en 10 cuadras, cada una formada por 40 familias, entre 4, 5 y 6 integrantes por casa.Le puede interesar: Chapinero, el barrio de Cúcuta que ha cumplido 69 años de lucha comunal
Se compone de un aproximado de 160 viviendas, la mayoría son propietarios, pero desde sus inicios presentan el problema de no tener propiedad de terrenos. Por su carácter residencial, son pocas las tiendas y salones de belleza.
“Hemos avanzado mucho, hay algunas casas mejores que otras, acá gozamos de todos los servicios públicos y conseguimos pavimentación, porque antes el ingreso aquí era terrible”, manifestó Contreras.
Una comunidad muy católica
La capilla lleva alrededor de ocho años de iniciada su construcción y, poco a poco, la han ido remodelando, con el firme propósito de algún día convertirla en parroquia.
En ese entonces, la actual presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC), Esther Castillejo, junto con el sacerdote de la parroquia Jesús Misericordioso, ubicada en el barrio 6 de mayo, fueron los pioneros de la obra.
“Con esfuerzo y sacrificio la hemos levantado. Desde el principio pagamos fielmente el diezmo y hemos hecho bazares, minicampeonatos, ventas de comida, entre otras actividades organizadas por la Junta, para levantarla”, comentó Sandra Contreras.
Sin embargo, la pandemia ha imposibilitado muchas de las actividades planificadas en pro de su urbanización.
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Las sillas, en su mayoría de plástico, fueron donadas por una persona generosa que un día llegó al barrio. Muy pocos recuerdan su nombre, pero su apariencia y bondad permanece intacta en sus recuerdos.
Cada 29 de julio, en conmemoración del día de Santa Martha, y cada 14 de septiembre, en honor al Señor de los Milagros, son considerados fiestas patronales para los habitantes del Portal de las Américas.
‘Fuimos sorteados’
De acuerdo con los habitantes, el único parque de la urbanización fue todo un ‘sorteo’, de una administración departamental anterior.
“El parque es el único disfrute que tenemos aquí. Estamos abandonados por todos los entes territoriales, porque nadie viene a ayudarnos”, señaló un vecino.
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A un lado, se encuentra la cancha de tierra, que antes de la pandemia, mantenía vivo el espíritu de la juventud gracias a un habitante que entrenaba a los más jóvenes y niños del barrio y se dedicaba a la poda de árboles, limpieza de la zona y protección del campo deportivo.
En la actualidad, el sitio es ocupado de manera esporádica y, poco a poco, se sume en el deterioro.
Las calles fueron pavimentadas gracias al esfuerzo de habitantes por medio del programa comunidad-gobierno, gestionado por la JAC, hace al menos 17 años.
Sueñan con un malecón llamativo
En el plano de la urbanización, los atraviesa en su totalidad, y mucho más allá, el aeropuerto internacional Camilo Daza. Junto a él existe una extensa acera que sirve de malecón, en condiciones que desean que puedan mejorarse.
“Quedó así como lo entregaron, nosotros quisiéramos que se recupere para que luzca mucho más estético y atractivo a quienes nos visitan. Hemos tocado puertas, pero lamentablemente no nos las abren”, dijo la vocera de la comunidad.
La última vez que vieron a algún funcionario público en el barrio, señalan, fue un año antes de la pandemia, pero solo observaron la cancha y dieron media vuelta para irse, sin que nadie supiera el propósito de la visita.
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La delincuencia se refugia
Más allá de la cercanía que les ofrece ser vecinos del aeropuerto, poco se sienten beneficiados los habitantes del Portal de las Américas con este sitio.
El ruido en sus casas cuando despegan o aterrizan los aviones es constante y, en ocasiones, sienten como si les fueran a caer encima.
Pero, el mayor problema que señalan es un vacío conexo a la cancha, en las mallas que los separan del aeropuerto, que se ha convertido en refugio de consumidores de estupefacientes. Entre ellos, de acuerdo con habitantes, se refugian personas con otros intereses.
“Es nuestro problema más grande. Tememos porque nuestra juventud del barrio se ve afectada. También transita por aquí gente de cualquier índole, como vendedores, recicladores, entre otros oficios que no sabemos si son de fiar o no”, expresó un habitante del sector.
Para mitigar el impacto de los hurtos, en cada una de las diez cuadras se paga un vigilante, también mantienen comunicación activa por un grupo de WhatsApp, pues señalan que la acción del cuadrante cada vez se fue haciendo más difícil.
“Nos protegemos entre todos. Esa unión es la que nos mantiene con ganas de salir adelante y prosperar cada día más”, apuntó Contreras.
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